Igualitarismo

En un sentido político, el igualitarismo es una doctrina que sostiene que todos los seres humanos deben ser tratados como iguales socialmente —igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades e igualdad de resultados— con los mismos derechos políticos, económicos, sociales y civiles.

[cita requerida] Por otro lado, los defensores del igualitarismo afirman que sus críticos y detractores malinterpretan el concepto.

[cita requerida] El igualitarismo busca la igualdad de todas las personas sin importar su género, etnia, creencias, ni ninguna otra característica humana, específicamente en lo que respecta a los derechos humanos, civiles y políticos.

[cita requerida] El lema "Liberté, égalité, fraternité" se utilizó durante la Revolución francesa y todavía se utiliza como lema oficial del gobierno francés.

El feminismo se distingue del igualitarismo por existir también como movimiento político y social.

[8]​ A nivel cultural, las teorías igualitarias se han desarrollado con sofisticación y aceptación durante los últimos doscientos años.

[13]​ El igualitarismo consiste en considerar a cada ser humano como igual, sin importar su raza, etnia, religión, sexo, orientación sexual, etc.

Así, por ejemplo, un menor de edad no posee el derecho al sufragio.

[17]​ Aunque la igualdad de oportunidades es necesaria para hablar de mérito, pues si alguien compite económicamente contra otros partiendo con una ventaja económica entonces el mérito se ve reducido o anulado por dicha ventaja.

[18]​ También el filósofo Friedrich Nietzsche fue contrario al igualitarismo, tanto del igualitarismo implícito en el punto de vista cristiano, como al igualitarismo defendido por el movimiento socialista cada vez más pujante a partir de la segunda mitad del siglo XIX, alegando que se impulsa mediante estas doctrinas un deber impersonal donde se deja de lado el desarrollo del propio pensamiento.

No reconoce ninguna distinción de clase, porque aquí cada individuo no es más que un trabajador como los demás; pero reconoce, tácitamente, como otros tantos privilegios naturales, las desiguales aptitudes individuales, y, por consiguiente, la desigual capacidad de rendimiento.

[...] Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual.

Cuando decimos que la experiencia y la razón prueban que los hombres no son iguales, nos referimos a igualdad, igualdad en habilidades o semejanza en fuerza física y capacidad mental.