[4] Muchas de ellas, especialmente las que circulaban como antigüedades en el siglo XVII, eran atribuciones apócrifas.
Se caracteriza por rasgos de efebo con los que el rey de Macedonia quería identificar a su heredero con la civilización griega: barbilla redondeada, mejillas planas y cabello rizado y alborotado con anástole (abultado sobre la frente).
[11] Posteriormente, los retratos de edad adulta que realizó Lisipo mantuvieron el aspecto juvenil del retratado (no tuvo oportunidad de envejecer, pues murió antes de cumplir 33 años), pero le marcaron más los rasgos faciales, y a menudo le dispusieron con la cabeza ladeada hacia la izquierda, mirando hacia arriba, con los labios entreabiertos.
[12] Menos objetivos, pero repetidos tópicamente, son los calificativos con los que se describe la expresión, especialmente la mirada a la vez "ardiente" y "líquida", que dotaba a las imágenes de un aspecto a la vez "tierno", "suave", "viril" y "leonino" al que contribuían mirada, postura y cabello[2] (lo que es una comparación iconográfica con Heracles -vencedor del león de Nemea-, a cuyo linaje se pretendía remontar).
Hemos de perdonar a las ovejas que huyen ante un león.El joven macedonio, que al poco de heredar el trono (336 a. C.) condujo a los griegos a conquistar el imperio aqueménida convirtiéndose en el monarca más poderoso de su tiempo, entendió que sus retratos eran un excelente mecanismo de escenificación del poder político, y los utilizó conscientemente durante su reinado, poniendo gran cuidado en controlar su imagen: Plinio el Viejo[20] recoge que, a partir de un determinado momento, no consintió ser retratado nada más que por Lisipo en bronces, por Apeles en pinturas y por Pirgoteles en gemas incisas (glíptica).
[23] La técnica del retrato helenístico fue atribuida por Plinio el Viejo a Lisístrato de Sición, hermano de Lisipo, quien habría por primera vez sacado sobre su propio rostro un molde en yeso que luego, pasado a cera, retocó hasta obtener la mayor perfección en el parecido.