Esta cultura dejó en Vigo importantes huellas, como la existencia de 26 castros catalogados.
Sus habitantes vivían de la agricultura, actividad que complementaban con la caza y la pesca.
Recientes intervenciones arqueológicas en la zona del Arenal e y en el Casco Viejo pusieron de manifiesto la posible existencia, por lo menos entre los siglos III y VI d. C., de un importante asentamiento, el Vicus romano.
[2] La información disponible sobre esta época es muy escasa, especialmente durante la Alta Edad Media.
Con la propagación del cristianismo, durante la Edad Media la Iglesia dominó la sociedad gallega.
Está redactado en latín, y se trata de un pleito, una disputa entre vecinos.
Algunos documentos reflejan en esta época la importancia que tenía la pesca de la sardina.
En 1573 se firmó la primera ordenanza que regulaba la pesca en la Ría de Vigo.
En 1587 La villa contaba con 868 vecinos, pero Las epidemias de la peste y los ataques piratas limitaron el crecimiento demográfico.
Y así es como se comienza a configurar la morfología de la ciudad.
[4] En 1778 el rey Carlos III de España rompe con el monopolio de los puertos españoles autorizados a comerciar con América y Vigo comenzó a beneficiarse del tráfico marítimo cara al Nuevo Mundo.
La resistencia popular a esta invasión provocó un levantamiento dirigido por los militares Pablo Morillo y Bernardo González del Valle Cachamuíña que terminó con un asalto a las murallas y con la expulsión del ejército napoleónico.
Desde 1855 Se establecieron servicios de comunicación marítimos periódicos con La Habana, Buenos Aires y Puerto Rico.
Para facilitar la ciudad su expansión y no quedar encogida intramuros, sus regidores decidieron por acuerdo municipal el derrumbe de la histórica muralla en 1869, por lo que aguantó en pie 204 años.
A medida que avanzaba el siglo Vigo absorbió los ayuntamientos limítrofes de Bouzas (1904) y Lavadores (1940).
Todo este dinamismo social quedó neutralizado con el comienzo de la Guerra Civil Española (1936-1939).
Perdida la lucha, la ciudad sufrió una dura represión entre cuyas víctimas se encontraban el alcalde Emilio Martínez Garrido, que fue fusilado, numerosos intelectuales, artistas, sindicalistas o políticos de izquierda como los diputados Antonio Bilbatúa, Enrique Heraclio Botana o Ignacio Seoane.
El impacto producido por las sucesivas crisis del petróleo a partir de la década de 1970 golpeo con fuerza la ciudad entre 1975 y 1985, aumentando los conflictos sociales y destruyendo una parte del tejido industrial tradicional, vinculado con el mar.