Será también ávidamente leído por Baruch Spinoza,[2] quien se fundará en él para rebatir la unión de filosofía y religión que proponía Maimónides.
Sin embargo, estas pruebas no nublaron sus facultades ni su fe, ya que redactó sus más grandes obras después de este periodo.
Crescas creía que el fundamento del judaísmo no es la comprensión intelectual.
Crescas demuestra que los descendientes de Abraham en Egipto mostraron capacidad de autosacrificio y no se encontraban en absoluto en un nivel particularmente bajo, por lo que es para ellos para quienes se necesitan muchos mandamientos.
Según Crescas, los mandamientos tienen varios tipos de objetivos: primarios, intermedios y finales.
Sin embargo, todo esto, según Crescas, no es el significado final de los mandamientos.
Según Crescas, los mandamientos, que carecen de base racional, tienen por objeto refinar al hombre para conducirlo a la inmortalidad del alma.
Además, Crescas niega la transmigración de las almas reconocida por la Cábala, y esto es característico ya que Crescas tomó sólo ideas individuales de la Cábala, no todo el sistema[11].
De considerable interés es el tratamiento que Crescas da al primer mandamiento.
Como respuesta positiva, Mendelssohn menciona los nombres de Crescas, Albo y otros.
Con ello, Crescas sentó las bases de la noción de que los mandamientos sólo existen en la acción (la ortopraxia judía), que también apoyan algunos pensadores modernos, como Leibowitz Ishayahu, quien mencionó a Crescas como un gran filósofo religioso[12].
Luego Crescas fue aún más lejos, afirmando la existencia de atributos esenciales (en hebreo: תארים עצמייים, te'arim atzmi'im) identificados con las diez sfirot.
Crescas utilizó como ilustración la imagen del libro "Yezirah": llama y carbón, la llama (análogo de atributo) no existe sin el carbón (análogo de sustancia), pero no lo es.
Como resultado, Crescas se queda con la creencia de que Dios es trascendente e incognoscible, aunque los atributos esenciales (sphirot) son inmanentes.
La segunda es si la prueba de Maimónides sería indudable aunque estas cláusulas estuvieran probadas.
En su lugar, Crescas ofreció su propia prueba metafísica:Causas y efectos pueden ser infinitos o finitos, pero inevitablemente llegamos a la conclusión de que debe haber alguna causa agregada de todos ellos que da preferencia a su existencia sobre la no existencia.
Así, los predecesores de Crescas en la filosofía religiosa creían que Dios era pura razón.
En otras palabras, la alegría de Dios es su acción, principalmente la creación y el mantenimiento del Mundo.
Algunos estudiosos modernos ven la principal importancia de Crescas en esta misma tesis[27].
Fórmula de bendición establecida por nuestros Sabios: "en cuya morada está la alegría"[28] debe entenderse literalmente, no necesitamos recurrir a la alegoría en este caso....
Puesto que la alegría tiene algo en común con Dios al permitir que se derrame su bien, y con las criaturas al recibir ese bien, se deduce que la verdadera alegría está "en su morada" (en hebreo: במעונו "bemeono"), Es decir, en su morada (en hebreo: במשכנו "bemishkano"), en el reino de los cielos, donde está la morada de las entidades espirituales (en hebreo: רוחניים "ruhaniim")[29].
Después de analizar los argumentos a favor y en contra, Crescas concluye que hay posibilidad en las cosas como tales, pero que las cosas mismas están predeterminadas en términos de las causas que las causaron.Así, la causa causa la manifestación de la voluntad, pero la voluntad misma sigue siendo ella misma, sin necesidad ni compulsión (en hebreo: חייוב והכרח, hiyuv vehekreh).
Puesto que la posibilidad del deseo se conserva igualmente, se llama voluntad en lugar de necesidad[34].De hecho, esto significa un determinismo completo, lo cual, según el propio Crescas, es peligroso para las masas[35].
Aquí también reina el determinismo, pero no existe la ilusión de la libre elección.
Los mandamientos, por otra parte, están pensados para salvar al hombre de los problemas.