Hacienda Quilpué

Los Edwards vivían en Valparaíso y visitaban la hacienda de vez en cuando, como típicos propietarios ausentistas.

La hacienda Quilpué es el caso en que un sector de la burguesía mercantil «químicamente pura», al emprender negocios agrícolas, no logra ni intenta cambiar su estructura, sino que se adapta a ella.

Se las denominaba las «casas viejas», mientras que a partir de 1892 se empezó a preparar el terreno y a construir las fundaciones de lo que serían las «casas nuevas», el ostentoso Palacio de Quilpué con remembranzas estilísticas e inspiración en Versailles, iniciado por Agustín Edwards Ross y completado quince años más tarde por Arturo Lyon Peña,[13]​ propietario de la hacienda hasta 1932, año en que el predio en su mayor parte pasa a manos de los hermanos Raimundo y Alfonso del Río.

Las casas formaban el núcleo en torno al cual giraba la vida de la hacienda.

Este trigo se enviaba directamente a Valparaíso para su exportación.

Entre los productos que salían a la venta se cuentan el charqui, huesillos, carbón de espino, maderas, leña, cueros curtidos.

Con las cosechas terminadas y la vendimia concluida, se vendían las primeras chichas.

Las instalaciones aprensadoras, movidas por máquinas a vapor, también trabajaban en el procesamiento del producto de otros predios familiares.

Por ejemplo, llegaban desde la hacienda Nancagua lanas de oveja para aprensar.

[19]​ Apenas iniciado el verano, ya estaba todo listo para la cosecha del trigo.

Los libros contables registran 69 posesiones, a las que se deben agregar a sotas, mayordomos y trabajadores especializados, que gozaban de derechos semejantes, aunque no aparecían explícitamente como inquilinos o arrendatarios.

Estas eran tierras «cautivas», en el sentido de que no podían destinarse a la producción para el mercado.

El alquiler se pagaba anualmente, en montos muy variables y muchas veces con atraso.

Entre los demás administrativos se contaban dos llaveros, un capataz, un contador, varios vaqueros y sotas.

Estos sueldos eran considerablemente mayores que los de los maestros, inquilinos y peones.

Se movilizaban a caballo y no trabajaban directamente, sino que solo supervisaban, cobrando además un recargo en el caso de faenas complicadas.

En Quilpué, la «obligación» para cada casa de inquilinos consistía en «echar un peón», es decir, poner a disposición a un trabajador por la paga y la ración, sin derechos de tierra.

En general no era el «inquilino titular» sino que se trataba de parientes cercanos.

En Quilpué existían en esa época unos ranchos de paja donde se alojaban los forasteros.

Otro consiste en la relativa movilidad social que les permitía a algunos inquilinos independizarse como pequeños propietarios, vendiéndole a la hacienda todo tipo de productos y emprendiendo medierías con ella.

Se trata de lo que el análisis marxista denomina acumulación originaria.

[30]​ En 1970, la situación en la zona estaba caracterizada por manifestaciones, huelgas y tomas de terreno, como la que afectó a las «Casas Chicas».

Sin embargo, «el estado puso fin a su participación en el proceso, desligándose desde el momento mismo en que se entregaban los títulos, dejando inconclusa la capacitación y ayuda técnica al campesinado, quedando a la deriva para llevar adelante cualquier proyecto de mejoramiento y de emprendimiento, lo que provocó que algunos campesinos vendieran».

Casas tradicionales de la hacienda El Huique
Palacio de la hacienda Quilpué
Rancho de quincha y paja
Estado actual de las ruinas del palacio.