En 151-150 a. C. resurgió en Grecia el largo conflicto fronterizo entre Argos y Esparta, ambas miembros de la Liga Aquea, lo que suscitó embajadas a Roma y el envío de una comisión senatorial a Grecia, encabezada por un representante llamado Galo.
[1] La disputa fronteriza fue rutinariamente resuelta encargando una sentencia de arbitraje al estratego aqueo, en ese momento Calícrates, el caudillo conservador prorromano.
Atenas se negó en redondo, y los oropienses pidieron ayuda diplomática a la Liga.
Era por entonces estratego el espartano Menálcidas, probablemente un político pro romano del partido de Calícrates.
Calícrates obviamente no le creyó, y rompió violentamente con él, amenazándole con represalias.
Este sería el germen de los acontecimientos que en los siguientes años sacudirían a la Liga.
Los espartanos exigían la reintegración de algunas aldeas históricamente lacedemonias, pero que habían sido ocupadas por los megapolitanos en 187 a. C..
Así pudieron presentar a Dieo sus exigencias como cumplidas, y sortear la amenaza de guerra.
Contra los cartagineses los romanos se mostraron incapaces de imponer su gran superioridad, y Cartago resistió tras sus poderosas murallas el asedio de las tropas enviadas por el senado, y alcanzó incluso algunos éxitos parciales.
Tanto Dieo ante la Liga como Menálcidas ante los espartanos intentaron aprovechar el mutismo del senado sobre su decisión final[11] Inmediatamente la guerra con Esparta se reinició.
Había sido elegido estratego de los aqueos Damócrito, otro líder anti espartano, que ordenó la movilización del ejército federal.
Incapaz de hacer frente a la enorme suma Damócrito abandonó su cargo y se exilió voluntariamente.
Los legados que el nuevo propretor de Macedonia envió inmediatamente a Dieo recordaron las exigencias del senado y le ordenaron severamente no actuar contra Lacedemonia.
No sabemos cuando llegó por fin a Grecia la comisión senatorial encargada de resolver el conflicto entre la Liga y Esparta.
Durante décadas el senado había emitido decretos y enviado embajadores intentando aplacar los endémicos conflictos que enfrentaban a las ciudades griegas, sin conseguir otra cosa que provocar el rencor de los cada vez más despreciados griegos.
Ahora la Liga Aquea, su principal aliado, el estado griego con el que tenían más confianza y amistad, se resistía a aceptar sus decisiones y mostraba una arisca resistencia a lo que los romanos entendían como sinceros esfuerzos de solucionar sus problemas internos.
Esparta era por aquella época una ciudad independiente, Corinto, Orcómeno y Heraclea eran plazas macedonias obtenidas por los aqueos más tarde, tras la derrota del rey.
Argos se había sublevado y estaba ocupada por el tirano Nabis de Esparta.
El rumor de que la misma Corinto sería segregada de la Liga se extendió rápidamente, y cuando Dieo anunció a una furiosa asamblea el contenido del mandato senatorial, una masa encolerizada se revolvió contra los que consideraba los culpables del desastre, los lacedemonios[13] El ataque a la residencia del embajador era un asunto extremadamente grave.
En primavera, cuando se convocaron las elecciones para elegir al nuevo estratego, la victoria correspondió a un aliado de Dieo, Critolao, probablemente un corintio.
César partió rápidamente, y tras encontrarse con la embajada aquea durante el viaje y pedir que los embajadores regresaran con él a Grecia, llegó al Peloponeso a finales del verano de 147.
El legado romano se centró en la tradicional alianza entre Roma y los aqueos, y ofreció iniciar conversaciones sobre la cuestión espartana, dejando entrever que si se alcanzaba una solución definitiva a ese problema el senado estaba abierto a reconducir la crisis diplomática.
Critolao aceptó reunirse con los lacedemonios, y convocó una asamblea en la ciudad fronteriza de Tegea.
Estratio reconoció los contactos con los romanos y con otros estados griegos, pero negó vehemente las acusaciones de traición.
El fin de la guerra en África ese mismo año dejaba al Senado sin impedimentos para concentrar sus fuerzas en Grecia.
Mientras tanto en la Liga, ante la situación de emergencia nacional creada, se convocó una asamblea para elegir a un nuevo estratego en sustitución del desaparecido Critolao.
Con estas medidas extraordinarias consiguió reunir apenas catorce mil infantes y seiscientos jinetes.
Pero mientras todavía se concentraban las legiones, los aqueos les sorprendieron con un ataque sobre sus posiciones avanzadas[17] Alentado por esa victoria parcial, Dieo ordenó el avance de todo el ejército, pero no se produjo ningún milagro.
Las experimentadas tropas romanas apenas encontraron dificultades para desbaratar el ataque, y tras rechazar del campo de batalla a la caballería aquea al primer choque, masacraron a la inexperta y apresuradamente alistada infantería, que intentó inútilmente mantener sus posiciones.
Había descubierto, demasiado tarde, su locura al pensar que podía sostener una guerra con Roma.