[2] De ella se valió José Antonio Álvarez Baena en su Hijos de Madrid, ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes,[3] y puede completarse con los datos obtenidos de los procesos inquisitoriales abiertos contra los focos alumbradistas aparecidos en la Nueva España a finales del siglo XVI y los procesos de beatificación del propio Gregorio López, ya en el XVIII.
[7] Según le había contado un «hombre grave y fidedigno», el joven López antes de partir para América, escapándose de casa, había hecho ya vida eremítica en Navarra, pero el padre, tras dar con él, le obligó a servir como paje en la corte, asentada en aquel momento en Valladolid.
[8] Con veinte años emprendió el viaje hacia América, pasando en su camino por algunos santuarios marianos, pues visitó en Toledo a la Virgen del Sagrario y a la de Guadalupe en su convento extremeño.
[12] Con su vida solitaria llegó a ganarse el afecto de los chichimecas, que le proporcionaban alimento, y por el contrario la enemistad de los soldados españoles que perseguían a los indígenas para capturarlos y que dieron en tacharle de loco y de hereje luterano, por no asistir a misa, dado que la capilla más cercana se encontraba a siete leguas.
[19] Tras recaer en la enfermedad regresó al hospital de Guasteca con un criado que el arzobispo puso para su cuidado.
También el obispo de Guadalajara le sometió a examen inquisitorial, con pronunciamiento muy favorable.