[4] Un hecho que, según algunos autores, "supone el aprovechamiento sostenible del territorio, y contribuyendo al mantenimiento de población en zonas rurales".
Los pastos que crecen son aprovechados por las reses mediante pastoreo como base de alimentación las cuales se pueden ver suplidas, en caso de carestías, por piensos elaborados con cereales, frutas, verduras o forraje.
Está claro que la gordura o peso del animal es un factor secundario respecto a su intervención en la bravura.
Sin embargo, la alimentación de la res influye sobre el poder, la salud y la constitución normal del toro[8] Para la producción o crianza del toro bravo, las ganaderías emplean un equipo profesional experto (ganadero, mayoral, veterinarios) así como animales asilvetrados (caballos, bueyes y perros) que permiten el mejor manejo de los toros y las vacas, bien por dependencias de la finca con motivos zootécnicos (alimentación, reproducción o movilización) o motivos sanitarios (saneamiento, desparasitación, curas, etc.).Según la legislación vigente en España y la Unión Europea, los toros bravos se someten al mismo control sanitario que el resto de explotaciones de vacuno extensivo, garantizando así tanto la salud animal como la calidad de su carne para el posterior consumo humano.
Para un mejor manejo, las reses se separan por sexo y por edad, además de por su conformación morfológica.
Primeramente a través de lo que la historiografía taurina ha denominado como castas fundacionales y de las cuales se han derivado subgrupos (encastes), con particularidades propias y los cuales, a su vez, interrelacionándose entre sí, han arrojado unos nuevos.
Un hecho que, con respecto a las explotaciones agropecuarias de tipo estabular, han granjeado una impresión positiva sobre el modo en el que viven los toros bravos: En el campo, los ojos del toro tienen toda la dulzura y tranquilidad del justo.
Yo no sé la razón, pero nunca he visto un toro paciendo ó rumiando, que tanto monta, que no me haya venido á la memoria el arca de Noé , en donde yo he creído siempre que los animales alli contenidos observaron una conducta irreprensible, sin atreverse ninguno á decir esta boca es mia.
Entre las más destacadas, por su singularidad, debió estar la que regentó el rey Felipe IV cuyos toros se lidiaron en 1623 en Madrid con motivo de "las fiestas dedicadas al príncipe de Gales".
[21] Pero también las que hubo en Madrid, Salamanca, Ciudad Real o Toledo, donde se cuentan más de diez ganaderías distintas.
[24]La historiografía taurina establece diferencias a la hora de agrupar las castas fundacionales: nueve (castellana, jijona, de la tierra, navarra, vistahermosa, cabrera, gallardo, vazqueña y vega-villar),[25] siete (morucho-castellana, cabrera, navarra, gallardo, jijona, vazqueña y vistahermosa)[26] o la más reciente que las agrupa en tres: andaluza, castellana y navarra.
Los pelajes característicos son el colorado, en todas sus variantes, el castaño y, en menor medida, el negro.