Dirigió con fortuna su negocio de imprenta y librería desde 1824 hasta 1866 ya que contó con importantes clientes institucionales.
Hasta este momento los negocios de imprenta se habían identificado por el nombre y apellidos del titular; es ahora, en la primera mitad del siglo XIX, cuando se abandona esta práctica para, en determinadas ocasiones, elegir denominaciones que los clientes consideran solventes, tal y como hizo Francisco Erasun.
[1] Sin embargo, su militancia política no debió de acarrearle represalias a la restauración del absolutismo en 1823.
Heredó el negocio su sobrino José María Labastida Erasun, activo en la capital navarra desde 1866 hasta 1892.
La composición tipográfica es clara, limpia, sobria, ajustada al gusto neoclásico vigente en las imprentas coetáneas.
Por otra parte, no parece que editara obras significativas por cuenta propia.
[7] La actividad es intensa en el tiempo de la restauración del absolutismo tras el efímero tiempo de libertad propiciado por el Trienio Liberal (1820-1823); se debilita considerablemente a medida que se alarga la Primera Guerra Carlista (1833-1839), para apuntar la recuperación a su conclusión.
[3] En cuanto a los libros, los que tienen menos de cien páginas representan un tercio.
Constaba de tres volúmenes que en total sumaban dos mil páginas.
[10] Estos hechos ponen de manifiesto las limitaciones que presentaba la imprenta manual en poblaciones como Pamplona.
En ambos casos era obligada la impresión en folio, el tamaño mayor y más prestigiado.