[2] La palabra flânerie,[1] se refiere por tanto, a la actividad propia del flâneur, que era vagar por las calles, callejear sin rumbo, sin objetivo, abierto a todas las vicisitudes y las impresiones que le salen al paso.
[4] El Gran Diccionario Universal Larousse del siglo XIX (volumen 8, 1872) lo describía con ambivalencia, inquieto y holgazán a partes iguales, y presentaba una taxonomía de los flâneurs según frecuentaran los bulevares, los parques, las galerías o los cafés.
Para Fournel, no hay nada perezoso en ese deambular recreativo sino, más bien, un modo de aprehender la compleja riqueza del paisaje urbano.
[10] Asimismo, ha constituido una fuente de inspiración para escritores y artistas; es el caso del escritor suizo Robert Walser, quien en 1917 publicó un relato corto titulado Der Spaziergang ("El paseo"), una pieza emblemática de la literatura flâneur.
[15]Partiendo del enfoque de Wilson, Lauren Elkin en su obra Flâneuseː women walk the city in Paris, New York, Tokyo, Venice and London (2017) trazó una serie de mujeres flâneuse en la historia, como Agnès Varda, Sophie Calle, Virginia Woolf, Marta Gellhorn, centrándose en sus relaciones particulares con ciudades concretas.
[11] En contextos menos académicos, como las reseñas de libros de los periódicos, el masculino gramatical flâneur también se aplica a las mujeres (incluidas las modernas) en esencia en los mismos sentidos que a los referentes masculinos originales, al menos en los préstamos del término en lengua inglesa.
La vieja estética era ajena a la nueva ética, derivada de los cambios sociales y económicos que traía consigo la industrialización.
Profundizando en la senda crítica abierta por Baudelaire, algunos teóricos como Georg Simmel trataron de analizar la experiencia urbana desde la psicología y la sociología.
En su ensayo La metrópolis y la vida mental,[19] Simmel reflexionó sobre la creciente complejidad de la vida en las ciudades, que contribuiría a la creación de nuevos vínculos sociales y nuevas actitudes hacia el prójimo.
Desde su óptica marxista, Benjamin concibió al flâneur como un producto singular de la vida moderna y la Revolución Industrial, trazando un paralelismo con la figura contemporánea del turista, y describiéndolo como un burgués diletante, distanciado pero enormemente sagaz.
Incluso el título de su obra magna, Los pasajes (Das Passagen-Werk), evoca su gusto por transitar los corredores y las galerías comerciales.
La deriva del flâneur fue considerada también, teóricamente y en la práctica, por la Internacional Situacionista (Guy Debord et al).