La evaporación: es un proceso físico que consiste en el paso lento y gradual de un estado líquido hacia un estado gaseoso, tras haber adquirido suficiente energía para vencer a la tensión superficial.
Al equilibrarse, la cantidad de materia gaseosa se define como la presión de vapor saturante, la cual no depende del volumen, pero varía según la naturaleza del líquido y la temperatura.
Vista como una operación unitaria, la evaporación es utilizada para eliminar el vapor formado por ebullición de una solución o suspensión líquida.
Esta es la razón por la que la evaporación del sudor enfría el cuerpo humano.
Tres elementos clave en la evaporación son el calor, la presión atmosférica (determina el porcentaje de humedad) y el movimiento del aire.
A nivel molecular, no existe una frontera estricta entre el estado líquido y el estado de vapor.
Por eso, la evaporación acontece más rápidamente a altas temperaturas, a altos caudales entre las fases líquida, vapor y en líquidos con bajas tensiones superficiales (esto es, con presión de vapor más elevadas).
Ejemplos de dicho fenómeno son la transpiración (sudor), el efecto refrigerador del botijo.
Cuando el proceso de escape y regreso alcanza un equilibrio, el vapor es llamado saturado y no ocurren cambios adicionales en la presión de vapor o en la temperatura del líquido.
Estos últimos poseen una superficie porosa embebida en agua y se ubican en condiciones tales que la medición es condicionada por las características meteorológicas de la atmósfera, tales como grado higrométrico, temperatura, insolación, viento, etc.
Considerando que en la evaporación juegan roles importantes, entre otros, la temperatura del agua, la temperatura del aire, el viento, la insolación, etc., otros investigadores han propuesto fórmulas empíricas más complejas y que, por lo tanto, son más difíciles de usar.
Los seres vivos, especialmente las plantas, contribuyen con un 10 % al agua que se incorpora a la atmósfera.
Evaporación superficial: formación del sudor por parte de las glándulas sudoríparas, que están distribuidas por todo el cuerpo, pero especialmente en la frente, palmas de manos, pies, axilas y pubis.
En 2019, se consiguió producir aerogeles extremadamente aislantes térmicamente y prácticamente invisibles (ya que dejan pasar más del 95% de la luz solar), a partir de materiales comunes, no contaminantes y baratos (sílice principalmente).
[5] En un simple colector solar térmico, un aerogel de este tipo puede, sin lentes ni espejos, alcanzar temperaturas mucho más altas que con otros materiales; además, sólo es caro el secador de punto crítico necesario para fabricar el aerogel, pero esencial para extraer los disolventes del gel preservando su estructura nanométrica.
Ya se están realizando esfuerzos para incorporar este parámetro a los modelos climáticos y a la investigación sobre desalinización por energía solar; también podría mejorar ciertos procesos de secado[6].
Además, haciendo un uso juicioso del cambio de fase, este fenómeno también podría permitir la refrigeración solar por evaporación[8].
Otros grupos de investigación intentan reproducir o mejorar estos resultados, que al principio fueron recibidos con escepticismo por ser tan contraintuitivos.