Después se integró en la escuela del abad Speraindeo, el maestro santo y sabio que necesitaba, y "que en aquel tiempo endulzaba de prudencia a todos los límites de la Bética".
Álvaro fue el primer biógrafo de San Eulogio, con la: Vita vel passio Divi Eulogii (860).
Ordenado sacerdote, repartió su vida entre la contemplación dentro de los monasterios próximos a la ciudad y la cura pastoral.
[3] Regresó siguiendo el camino de Zaragoza, Bílbilis (Calatayud), Arcóbriga, Sigüenza y Compluto (Alcalá de Henares), deteniéndose en Toledo junto al obispo Wistremiro, para cuya sede vacante será elegido Eulogio más tarde (858) como metropolitano.
Eulogio consiguió convencer a varias decenas de cristianos de Córdoba para que se presentaran ante el juez musulmán (cadí) y profirieran insultos contra la religión musulmana y el profeta Mahoma, teniendo la seguridad de que serían condenados a muerte porque la ley islámica prohíbe la blasfemia contra el Profeta y su religión.
[1] A causa de su defensa del movimiento martirial mozárabe padeció prisión junto con el obispo Saulo.
Con la sucesión en el trono omeya de Muhammad I en septiembre del 852 se endurecieron las medidas contra los cristianos.
En la cárcel escribió varias obras como los dos primeros libros del Memoriale sanctorum, su Documentum martyriale y tres epístolas; de él se conservan además el Apologeticum Sanctorum Martyrum, de 857, la Passio sanctorum martyrum Georgii monachi, Aurelii atque Nathaliae, la famosa Carta a Wilesindo y algún himno dedicado a los mártires.