Etnografía de España

Aunque pueden establecerse prevalencias estadísticas de distintos modelos antropológicos definidos tanto genotípica como fenotípicamente (los más evidentes, la prevalencia del color de piel blanco -interpretada tradicionalmente como raza caucasoide- y del color del pelo moreno y ojos oscuros -interpretada tradicionalmente como fenotipo mediterráneo-) son necesariamente tan arbitrarios como los criterios que en el censo de Estados Unidos clasifican étnicamente a los hispanos como una categoría aparte.

[17]​ Algunas comunidades de pasado nómada continúan marcadamente diferenciadas y con problemática integración (sobre todo los gitanos, presentes desde el siglo XV; pero también algunas otras como los mercheros).

Para una sociedad industrial y urbana, como es la española desde la segunda mitad del siglo XX, estos estudios son más propiamente objeto de la sociología y de otra división en las disciplinas antropológicas denominada antropología urbana.

La interpretación paleoantropológica tradicional veía la población ibérica del paleolítico superior como integrada por elementos cromañoides (denominación obsoleta, que sólo se utiliza como elemento descriptivo por la antropología actual, sin pretensión de identificarlo con ningún tipo racial actual) asociados a la cultura magdaleniense (término aplicado a una fase evolutiva de la cultura material de rasgos más establecidos).

En cualquier caso, las dataciones son más tardías sobre los centros neolíticos del Próximo Oriente y el Mediterráneo Oriental, desde donde se habrían producido los más importantes contactos culturales, y en su caso, poblacionales.

Según esa misma interpretación tradicionalista, a esa base se le habrían añadido los elementos celtas (concepto que presenta la misma imposibilidad de identificarlo con una raza, sino con las culturas del centro y oeste de Europa).

Las distintas aportaciones de otros pueblos no citados anteriormente incluirían ligures; germanos, que en sus primeras oleadas fueron los suevos (con una presencia continuada en el noroeste), y dos pueblos de presencia efímera: vándalos y alanos (este último no germano sino iranio); y destacadamente los visigodos, cuya presencia como minoría dirigente presentó una implantación más fuerte en el centro peninsular, con capital en Toledo); un contingente de judíos (que posteriormente serían conocidos como sefardíes o judeoespañoles), y una todavía mayor aportación durante la arabización: sobre todo bereberes, y un menor número de árabes y de otros lugares del Próximo Oriente, sin olvidar la importación de esclavos africanos y europeos, entre los que destacarían los eslavos (saquliba o saqäliba).

[21]​ Lógicamente, el término arabización no hay que entenderlo en sentido racial o biológico, sino cultural y lingüístico, así como paralelo a la islamización religiosa.

Durante el Medioevo se constituyeron varios singulares colectivos, como los de los agotes, vaqueiros, pasiegos y maragatos.

[30]​ Un extenso estudio europeo del año 2007 incluyó muestras de población del País Vasco y la Comunidad Valenciana, proponiendo que la población de la península ibérica se agrupaba más lejos de los otros grupos continentales, lo que implicaría que sostiene la ascendencia europea más antigua.

En este estudio, la estratificación genética más prominente en Europa fue localizada entre el norte y el sudeste, mientras que otro importante eje de diferenciación iba de este a oeste a través del continente.

También sostiene que, a pesar de las diferencias, todos los europeos están emparentados.

[33]​ Esto muestra un vínculo ancestral entre la península ibérica y el resto de Europa Occidental, y en particular con la Europa Atlántica, con la que comparte altas frecuencias de estos haplogrupos.

Un análisis reveló que el haplotipo E-M81 alcanza frecuencias de hasta 10% en algunas zonas del sur de la península ibérica, aunque varios expertos consideran que este aporte en términos reales es casi inexistente.

[55]​ El artículo viene ilustrado con un espectacular mapa en color en que la península ibérica aparece visiblemente diferenciada.

Cabeza celtibérica del Museo de Zaragoza.
Ídolo de Tara , en el Museo Canario (Las Palmas de Gran Canaria).
Dos juglares representados en una ilustración de las Cantigas de Alfonso X (siglo XIII ) con rasgos físicos y vestiduras opuestos, para una mejor identificación de su condición de moro y de cristiano . Obviamente, ni todos los cristianos tenían un pelo tan rubio, ni todos los moros una piel tan oscura. La mayor parte de todos ellos compartían los mismos antepasados (hispanorromano-visigodos), de modo que serían indistinguibles físicamente. No obstante, los rasgos nórdicos serían (como lo siguen siendo) más habituales en la zona noroccidental de España (además de en las zonas europeas al norte de los Pirineos de donde provino la inmigración medieval a los reinos cristianos); mientras que los distintos grados de piel oscura serían (como lo siguen siendo) uno de los rasgos presentes en las distintas poblaciones norteafricanas (de donde provino la parte principal de la inmigración a la España musulmana).