Las leyendas de pueblos vecinos más romanizados, como las del Alto Aragón, Cataluña, La Rioja, Cantabria o Asturias, muestran una sorprendente similitud, especialmente en el área pirenaica, siendo este uno de los indicios que apuntan a una mayor extensión del pueblo que lanza o apila grandes montañas de rocas (como los "gentiles"), evita tormentas, cura enfermedades o adivina el futuro (como los brujos), tal y como recogen en sus obras Julio Caro Baroja y, especialmente, Ramon Violant i Simorra en su obra de 1946, El Pirineo Español.De las diversas moradas que se le atribuyen destaca la del monte Anboto del que periódicamente partía cruzando los cielos como una luz brillante para ir a su otra morada en el monte Txindoki.Según una de las tradiciones, cada siete días La Dama de Amboto (Anbotoko Mari) viajaba desde su cueva en el monte Anboto a otra en otro monte (según cada historia, este cambia); el tiempo era húmedo cuando estaba en el monte Anboto, y seco cuando estaba en Aloña, o las cosechas son abundantes cuando está en la cueva de Supelegor (en Orozco).Mari aglutina en su ser otras entidades femeninas que involuntariamente con el paso del tiempo se han ido ocultando tras este nombre.Cabe también que provenga de Matri dea o Cibeles, paralelismos y aras votivas no faltan para apoyar este argumento.Sin embargo, el cielo se percibe como algo mágico en esta mitología y todo lo que se acerca a él como montañas o incluso árboles y en general lo relacionado con la naturaleza es, en cierta medida, sagrado.Según el filósofo Andrés Ortiz-Osés, Urtzi jamás reemplazó a Mari como figura central de la mitología vasca precristiana[2] y su escaso papel en las leyendas indica que fue una incorporación posterior, debido al contacto con las religiones de los pueblos indoeuropeos, siendo una divinidad masculina que gobierna las tormentas desde los cielos.En cambio, Mari sería una figura mucho más antigua, equivalente a la diosa madre del Neolítico.Las leyendas también hablan de muchos genios, como: Otros personajes de la mitología vasca son Gaueko, Tartalo, los galtzagorris, el dragón primigenio o Herensuge, etc.[6] Por otra parte, jentilak (leído en castellano gentillak, "los gentiles") se decía que eran unos seres míticos que vivían en las tierras altas y de los que se creía poseían una fuerza y tamaño prodigiosos a tenor de algunos "inexplicables" accidentes geográficos (como Jentilzubi de Arratia) y diversos monumentos megalíticos (como Jentilarri en Aralar) a los que atribuían su construcción y a los que su supuesta intervención dan nombre.Néstor Basterretxea, con la "Cosmogónica Vasca" y Patxi Xabier Lezama han conservado estas creencias hasta el siglo XXI.
Representación de Mari, la Madre Diosa.
Árbol genealógico de la mitología vasca
Representación de un Jentil.
Panorámica de la
sierra de Aralar
, donde en 1971 se descubrió un antiguo asentamiento importante de gentiles (paganos) en Jentilen Sukaldea.