Su nombre, en su forma Epugner, significa dos zorros; cuando enviaba mensajes escritos, él firmaba como Epumer Rosas.
[1] Cuando estuvo preso en la isla Martín García recibió el sacramento del bautismo, y para ello le requirieron sus datos de nacimiento.
Inmediatamente, los caciques y capitanejos presentes aclamaron jefe supremo a Epumer, quien presidió las exequias del cacique fallecido, con una ceremonia tan espectacular que mereció una nota detallada en el diario La América del Sur de Buenos Aires.
[3] Su siguiente acto fue iniciar las conversaciones para que los tres tratados de paz firmados por su hermano con las autoridades argentinas continuaran en vigencia.
Cuenta el coronel Mansilla que era casi con seguridad mestizo o descendiente en algún grado de alguna mujer blanca, a juzgar por su aspecto, y que tenía una única esposa –excepción notable entre los indígenas con alguna autoridad.
[5] Los ranqueles habían tenido muchos problemas por haber refugiado en sus toldos al coronel unitario Manuel Baigorria, que llegó a ser considerado un cacique menor –aunque llegó a reunir 700 hombres de lanza– y que atacó repetidamente las provincias de la Confederación, buscando atacar a los federales, más que defender los intereses de los ranqueles.
[8] Conocía a Saá desde la década de los años 40, cuando estuvo refugiado entre los ranqueles, e incluso había tenido un duelo personal con él.
El propio Llancamil fue tomado prisionero y sólo recuperó la libertad cuatro años más tarde.
[15] En diciembre, nuevamente partió Racedo hacia Leuvucó, donde el día 18 encontró a Epumer y unos pocos indígenas más recogiendo la cebada que necesitaba para sus caballos; un oficial se adelantó y le explicó calmadamente que no tenía ya más dónde ir.