Su término municipal, con una extensión de 181 km²,[3] está representado en las hojas 895,[2] 896,[4] 874[5] y 875[6] del Mapa Topográfico Nacional.Tras la crisis minera del siglo II d. C. la ciudad de San Sixto sufrió un declive demográfico, que la llevó definitivamente al abandono completo.La zona fue duramente disputada tras el fallecimiento de Fernando III el Santo, en 1252, y la subida del trono de su hijo, Alfonso X El Sabio, la cual sufre las luchas territoriales que libran los reinos de Castilla (orden del temple) y Portugal ( orden del hospital).Tal enfrentamiento tuvo como origen en que el Algarbe había sido reconquistado por rey de Portugal Alfonso III cuando estos territorios pertenecían al reino de Niebla que previamente había sido cedido a Alfonso X El Sabio, quien exigió al vecino reino de Portugal su devolución.(Se dice que los de Aroche, Aracena, Almonaster, Cala y Zufre, fueron construidos por los árabes alrededor del siglo XII, y el origen del Castillo de Encinasola, es dudoso).Años más tardes vuelven a llegar dos grandes embestidas en 1374 y 1383.La nueva mortandad se produjo en 1399 y 1401, lo que provocó un escenario desequilibrado entre recursos y personas, que convirtió la demanda de mano de obra en constante y elevada en los años siguientes, lo que pudo provocar grandes migraciones poblacionales a estas partes de la sierra desde otras zonas más pobladas.Para el pensamiento medieval de entonces, estas epidemias se podían entender como un castigo divino de dios por sus pecados, creándose una religiosidad exacerbada por la culpabilidad, dando paso a la obsesión con la muerte, y extendiéndose la idea de la culpabilidad y la responsabilidad humana en torno a los judíos, llevando a un deterioro de la convivencia, que fue provocando persecuciones, juicios y conversiones que iban creciendo con los años.Algunas de estas costumbres medievales han llegado hasta nuestros días, como pudo ser las danzas funerarias que se realizaban con el pandero, que no debió de ser exclusiva del pueblo y que pudo venir con sus repobladores del reino de león.Este mismo ejemplo es el que se encuentra en la vecina Fregenal de la Sierra, cuya calle La Cinoja ( Sinagoga) se encuentra enclavado en todo el centro de su antigua judería.Así mismo, se conoce, que próximo a esta, en la calle Palomar,también quedaron restos visibles de arcos tumido y herradura.Entre los años 1400 y 1490 se da en toda el área de la sierra por lo general un verdadero movimiento repoblador, destacando el periodo comprendido entre el 1430 y 1480, donde se calcula que la sierra triplicó su población demográfica, así como también obtuvo un crecimiento económico importante, en parte fruto de los beneficios y reconocimientos fiscales y privilegios en la explotación de estas tierras; pues era muy necesario mantener la defensa del territorio fronterizo frente a los ataques continuos de lo Portugueses; pero también por el foco especial y persecutorio de los judíos, siendo estos últimos grandes repobladores.La convivencia con su vecina Aroche tampoco era tarea fácil, pues esta exigía en su totalidad la disposición de la contienda, que reclamaba como suya.Danza del Pandero: Es una danza medieval que se cree data al menos del siglo XIII, tocada con un pandero o adufe cuadrado (pandeiru cuadráu), que estuvo a punto de extinguirse y fue rescatada en los años 40 y 50 del siglo XX.La devoción de la virgen es muy antigua, contando una de sus leyendas de origen que los restos incorruptos del ermitaño San Amador fueron encontrados sobre una roca en una ermita que contenía una virgen negra, atribuyéndole a esta virgen el milagro, que condujo a miles de peregrinos y curiosos hasta la roca donde yacía el ermitaño, en occitano Róc Amador, dándole nombre al municipio francés de Rocamadour y a la virgen responsable del milagro.Allí tomó el nombre falso de Amator o Amadour, y una vez instalado fundó un pequeño oratorio en una roca que más tarde sería llamada Roche d’Amadour, de donde vendría Roca Amador.La población cuenta con tres enclaves defensivos: el castillo medieval, cuyos restos se encuentran encastrados en el propio caserío, y las torres de San Juan y San Felipe.Las torres ocupan lugares preeminentes; la de San Felipe, sobre una alta cota situada al este de la población, dominaba visualmente todo el territorio a poniente, mientras que la de San Juan, junto al borde oeste del casco urbano, era la más cercana a Portugal.Fue su posición adelantada lo que hizo que, en los mismos años, se decidiera rodear de un pequeño fuerte para defender mejor la población desde el lado donde se esperaría el posible ataque.El fuerte es de sencilla factura, si bien su traza es interesante, pues presenta cuatro frentes atenazados.Posteriormente nada se hizo sobre estos enclaves, pues la estrategia en el siglo XVIII fue la de defender este territorio tan abierto mediante el acuartelamiento de caballería.