Por otro lado, inmediatamente después de haber finalizado la Segunda Guerra Mundial tuvieron lugar algunos incidentes armados entre Yugoslavia y los Aliados occidentales.
Además, Tito apoyaba abiertamente a las milicias del Partido Comunista de Grecia durante la guerra civil griega, mientras que el propio Stalin prefirió mantener una prudente distancia considerando que Reino Unido y Estados Unidos intervendrían militarmente para sostener al régimen monárquico griego, al punto que en la Conferencia de Yalta el propio Stalin ofreció al primer ministro británico Winston Churchill respetar la influencia occidental en el territorio helénico y no intervenir allí.
No obstante, Occidente seguía en gran medida viendo a ambos países como aliados muy cercanos.
Esto fue evidente durante la primera reunión del Kominform que tuvo lugar en 1947, en la que los representantes yugoslavos fueron los críticos más estridentes ante la falta de compromiso ideológico, según ellos, de algunos partidos comunistas nacionales, específicamente los entonces poderosos partidos comunistas de Italia y Francia (los cuales habían realizado alianzas con otras agrupaciones políticas).
Básicamente los enviados yugoslavos estaban rebatiendo las posturas soviéticas a favor de crear «frentes populares» izquierdistas en esos países, insistiendo que tales conductas amenazaban con disminuir la fuerza de los partidos comunistas afectados.
Los soviéticos agregaron que «no podían considerar a esa organización comunista ser [efectivamente] marxista-leninista, ni bolchevique».
[1] La resolución, asimismo, alertaba a los yugoslavos que «estaban en la ruta de regreso hacia el capitalismo burgués debido a sus posiciones nacionalistas e independentistas», lo cual terminaba de ser una reprimenda en toda regla dirigida por el PCUS contra el PCY.
[cita requerida] Entre 1948 y 1952, la Unión Soviética alentó a algunos de sus aliados a que se rearmasen, en particular Hungría, ya que ésta eran vista como una fuerza primordial ante un hipotética guerra contra la rebelde y heterodoxamente comunista Yugoslavia.
Sin embargo, los varios años de desconfianza mutua habían causado su daño, por lo que las relaciones entre ambos países nunca pudieron ser completamente restablecidas al nivel previo a 1948.
Años más tarde, a principios de la década de 1960, se produciría la más importante o trascendental fractura dentro del mundo comunista, con el cisma ideológico sino-soviético, el cual sería posteriormente aprovechado por la estrategia geopolítica de los Estados Unidos durante la Guerra Fría, como en el caso del «juego a dos puntas» del presidente Richard Nixon, al visitar casi seguidamente Moscú y Pekín en 1972.
Esas notables rupturas evidentemente dieron por tierra con la supuesta inquebrantable unidad comunista que había declamado previamente el Kominform.