Todos los misioneros extranjeros fueron expulsados de China comunista.
[4] En el período de 1966 a 1976 la Revolución Cultural se ensañó especialmente contra la religión, destruyéndose numerosas iglesias.
[5] Sin embargo, la Santa Sede siguió considerando que la diócesis existía.
En 1988, de hecho, ordenó clandestinamente al sacerdote Etienne Liu Difen (Lifen), que fue detenido en 1990 y murió en prisión en circunstancias poco claras en 1992.
[8] Debido a la situación particular de la Iglesia católica en China, la Santa Sede no nombra oficialmente obispos para las diócesis chinas, que son sedes oficialmente vacantes incluso en presencia de obispos reconocidos por Roma.