[4] También se encuentran formuladas en Cicerón, en su tratado De officiis (es decir, "Sobre las obligaciones") y por el emperador filósofo Marco Aurelio en sus Meditaciones.
En teología católica las virtudes cardinales infusas son hábitos que disponen al entendimiento y a la voluntad para obrar según el juicio de la razón iluminada por la fe para que esta escoja los medios más adecuados al fin sobrenatural del hombre.
[5] Se diferencian de las virtudes teologales en que no tienen por objeto a Dios mismo sino el bien honesto.
Royo Marín siguiendo a Tomás de Aquino hace una analogía que permite aclarar mejor su función: Para determinar su número, los teólogos moralistas suelen hacer considerar los objetos honestos de la voluntad y luego agruparlas en cuatro principales: prudencia, fortaleza, justicia y templanza.
Son las virtudes morales principales, bajo cuyo ámbito se clasifican todas las demás.