Contractualismo

No es una doctrina política única o uniforme, sino un conjunto de ideas con un nexo común, si bien extremadamente adaptable a diferentes contextos, lo que explica su vitalidad y su capacidad para ir evolucionando y redefiniéndose hasta la actualidad.

Tampoco debe confundirse contractualismo con nacionalismo, pues, siendo ambos movimientos políticos nucleares y casi simultáneos de los estados modernos, expresan concepciones distintas.

Así, el rey lo era por gracia de Dios (como se afirmaba desde las concepciones monárquicas) o los esclavos lo eran por naturaleza (como proclamara Aristóteles).

Las razones de ese cambio son diversas y están fuertemente interrelacionadas entre sí.

Si bien Leviatán es una obra compleja, su tesis central es bastante simple y se articula en tres momentos: La lúgubre concepción antropológica de Hobbes y el modelo político legitimado por esta eran incompatibles con las transformaciones políticas de la Europa del siglo XVII.

Jürgen Habermas, por otro lado, se centra en lo que él llama “condiciones ideales de diálogo”, o postulados imprescindibles para la comunicación social y, por tanto, política.

Hobbes , Locke y Rousseau fueron padres del contractualismo.