[5] Erasmo incluyó el proverbio en su Adagia, escribiendo la variación de Plauto, "Aquí se nos advierte que no nos confiemos a una persona desconocida, sino que tengamos cuidado con él como con un lobo".
[6] Fue popularizada por Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII, quién la adaptó en su obra De Cive.
Sigmund Freud estuvo de acuerdo con el proverbio, escribiendo en su Civilización y sus descontentos: "Los hombres no son criaturas amables, que quieren ser amadas, que a lo sumo pueden defenderse si son atacadas; son, por el contrario, criaturas entre cuyas dotes instintivas se debe contar con una parte poderosa de la agresividad.
Como resultado, su prójimo es para ellos no sólo un ayudante potencial u objeto sexual, sino también alguien que los tienta a satisfacer su agresividad, a explotar su capacidad de trabajo sin compensación, utilizarlo sexualmente sin su consentimiento, apoderarse de sus bienes, humillarlo, causarle dolor, torturarlo y matarlo.
Pero lo que es peor, el dicho niega la naturaleza inherentemente social de nuestra propia especie".