El término conflicto localista de Río Negro, también llamado fragmentación rionegrina, desintegración rionegrina,[1] o revolución rionegrina y más coloquialmente, conflicto entre ciudades,[2] se refiere a las profundas divisiones geográficas sufridas por el territorio que actualmente compone la provincia argentina de Río Negro en el momento de su establecimiento como un Territorio Nacional con fronteras establecidas por el estado argentino.
Dichas divisiones afectaron en mayor o menor medida a todas las localidades de la provincia, dificultando la existencia de una «identidad provincial rionegrina», y a grandes rasgos se redujeron a un conflicto entre el Alto Valle del río Negro (cuya principal urbe era General Roca) al norte de la provincia, más desarrollado y donde se concentró el progreso económico,[2] y el Valle Medio o región atlántica al sureste (donde se encuentra Viedma, capital provincial), que sufrió en general un fuerte atraso con respecto al norte pero que retuvo una hegemonía administrativa y política por su posesión de la sede de gobierno.
Durante los gobiernos constitucionales de Edgardo Castello (1958-1962) y Carlos Christian Nielsen (1963-1966), elegidos en comicios restringidos por la proscripción del peronismo y con sus propios partidos políticos (la Unión Cívica Radical Intransigente y la Unión Cívica Radical del Pueblo) teniendo fragmentaciones internas agravadas por las tendencias localistas de sus miembros,[3] tuvo lugar un prolongado debate con respecto a la ubicación de la capital de la provincia, entre las posturas que deseaban que la misma se mantuviera en Viedma y las que defendían su traslado a General Roca (discusión que ya existía desde 1899).
[3] Se suele tomar a la dictadura militar autodenominada Revolución Argentina como el punto máximo de la conflictividad rionegrina, donde llegaron a producirse hechos de violencia.
Durante este período surgieron también enfrentamientos entre Cipolletti y General Roca (ambas ubicadas en el Alto Valle).