En sus años de trayectoria, el Concurso ha alentado e impulsado el flamenco contribuyendo a dignificar la consideración artística y profesional del género y de sus intérpretes.
Las sucesivas ediciones celebradas desde entonces constituyen, por otra parte, un rico y exhaustivo panorama de las diversas manifestaciones artísticas del género, valor documental este que ha hecho posible registrar en la reciente historia del arte flamenco el estado y la evolución del cante, el baile y el toque a lo largo del último medio siglo, convirtiendo el certamen, como se ha dicho en alguna ocasión, en un auténtico “laboratorio del flamenco clásico”.
De la importancia del Concurso Nacional de Córdoba (propiciando la revelación de jóvenes valores, proyectando a quienes son ya figuras emergentes o consagrando a los grandes artistas) da buena prueba la larga nómina de nombres con reconocido prestigio que han sido premiados en el certamen cordobés: Rafael Riqueni, Fosforito, Curro de Utrera, Fernanda y Bernarda de Utrera, José Menese, Paco Laberinto, Matilde Coral, Merche Esmeralda, Paco de Lucía, Vicente Soto Sordera, Merengue de Córdoba, La Paquera de Jerez, Víctor Monge "Serranito", Juan Peña El Lebrijano, El Cabrero, Luis de Córdoba, Manolo Sanlúcar, Juan Carmona "Habichuela", Mario Maya, Paco Cepero, El Pele, Paco Peña, José Mercé, Joaquín Grilo, José Antonio Rodríguez, Vicente Amigo, Javier Latorre, Paco Serrano o Antonio el Pipa.
Así es que, una vez con el encargo de gestionar el Concurso, su primer paso es ponerse en contacto con el argentino de San Roque, en Buenos Aires, González Climent.
Este le responde con entusiasmo con la idea de colaborar con el poeta y le aconseja sobre la formación del jurado, posibles artistas asesores y de otros extremos fundamentales para tamaña empresa flamenca; asimismo le concreta la necesidad de crear en Córdoba, aprovechando las vivencias del inmediato evento, un Instituto de Flamenco.