Se le sentenció a morir colgado en la horca y a ser quemado, pero como «en el día en ninguna nación de Europa se quema o materialmente se condena a las llamas a los hombres», la quema «podrá figurarse pintando varias llamas en un cubo, que podrá colocarse por manos del ejecutor bajo del patíbulo ínterin permanezca en él el cuerpo del reo y colocarlo, después, de sofocado, en el mismo».
[9] La condena fue dictada por el Tribunal de la Fe diocesano por hereje contumaz y relajado a la justicia ordinaria.
Fue ahorcado en la plaza del Mercado de Valencia donde había instalado un patíbulo permanentemente.
Se metió el cadáver en la cuba pintada con unas llamas, tal como había ordenado el tribunal, y fue arrojada al río Turia desde un puente, en medio de los gritos y las burlas de los presentes.
«Ripoll fue "entregado a las llamas", al infierno, como en otro tiempo se hacía con los herejes contumaces», afirman Emilio La Parra López y María Ángeles Casado.
[13] Actualmente existe en Valencia una plaza, la Plaça del Mestre Ripoll, dedicada a su figura al final de la avenida Vicente Blasco Ibáñez con frondosos árboles.