[3] Entre los lacedemonios, el asunto del galanteo queda reflejado en imprecaciones como: "¡Ojalá que tu mujer tenga un galán o cortejo!".
[4] Otras fuentes históricas atribuyen a los árabes el origen galante de la relación entre hombre y mujer.
Sus mujeres, aunque eran casi esclavas, pasaban a ser, cuando eran amadas, soberanas absolutas y diosas supremas de aquel cuyo corazón poseían.
[6] La galantería caballeresca que, según Montesquieu (Esprit des lois, XXVIII, c.22), "nació cuando la fantasía creó hombres extraordinarios que al ver la virtud unida a la belleza y a la debilidad, no dudaban en arrostrar por ella los mayores peligros y quisieron complacerla en los actos ordinarios de la vida", se perpetuó con la práctica medieval de los torneos.
Con los últimos Valois, la galantería es ya un arma despiadada para los fines de la seducción; así lo denuncia Brantôme, en su Recuil des dammes.