Además, las influencias centroafricanas/congoleñas también están documentadas tanto en el son cubano como en el changüí, e inicialmente el desarrollo del tambor bongó fue paralelo a estos géneros.
[5] Esto ha sido discutido, sin embargo, por varios historiadores (más notablemente Haroldo Dilla Alfonso).
[2] A medida que el son evolucionó y se distanció de su precursor, el changüí, también lo hicieron los bongós.
Fue en este contexto que los primeros grandes innovadores del bongó dejaron su huella, y a diferencia de sus predecesores, sus nombres no se perdieron en el tiempo.
[12][13] Más tarde se trasladó a Miami y lanzó dos álbumes como líder en la década de 1970.
[17] Requena, así como los hermanos Vergara, fueron fundamentales en la mejora tecnológica de los bongós y las congas.
El calor de la llama se utilizaba para contraer el parche del tambor y conseguir el sonido deseado.
Entre los principales bongoseros de origen cubano en Estados Unidos se encontraban Armando Peraza, Chino Pozo (sin relación con Chano) y Rogelio Darias, que tuvo una larga carrera en Las Vegas y fue conocido como el Rey del Bongó.
[22] Muchos otros, sin embargo, se convertirían principalmente en conguistas, como Mongo Santamaría, Sabú Martínez y Cándido Camero.
Un ejemplo temprano es Rafael Congo Castro, que llegó a Nueva York en 1924 y tuvo una larga carrera como bongosero en Chicago hasta la década de 1980.
[23] En Nueva York, muchos bongoseros puertorriqueños pasarían a formar parte de los conjuntos pioneros del jazz afrocubano de la época, como Machito y sus afrocubanos, cuyos singles «Tangá» y «Mango mangüé» (considerados los primeros ejemplos del género) presentaban a José Mangual Sr. Buyú en los bongós.
Por otro lado, entre los maestros bongoseros estadounidenses se encuentran Jack Costanzo y Willie Bobo, este último más activo en los timbales.
Otros bongoseros que tuvieron más impacto como timbaleros fueron Manny Oquendo, Orestes Vilató y Nicky Marrero.
[2] Tradicionalmente se tocan golpeando el borde de los parches del tambor con los dedos y las palmas.
El glissando utilizado con el bongó de monte se realiza frotando el tercer dedo, apoyado en el pulgar, por el parche del tambor.
[6] Los patrones de interpretación también son diferentes en el changüí, donde el bongó no sigue un ritmo constante.