En 1922 conformó un volumen de poesía, Cerebro y corazón, marcado por la estética del modernismo, que solo publicaría medio siglo más tarde en sus Obras completas.
De regreso a Camagüey, Guillén organizó y dirigió la revista Lys, que tuvo muy poca duración.
En ese año, su nuevo poemario, West Indies, Ltd., daba cuenta de su crecimiento intelectual, que lo orientaba hacia posiciones cada vez más críticas con el desequilibrio social y económico de su país.
Su estancia en ese país le causa honda impresión, y le da la ocasión de entablar relaciones con artistas como Silvestre Revueltas, José Mancisidor, Diego Rivera y Alfaro Siqueiros, entre otros.
En ese país, en plena guerra civil, tuvo relación con lo más destacado de la intelectualidad española, y allí Manuel Altolaguirre le editó el libro España.
Tuvo trato En España con Antonio Machado, Miguel Hernández, Pablo Neruda, Iliá Erenburg, Rafael Alberti, César Vallejo, León Felipe, Juan Chabás, Octavio Paz, Tristán Tzara, Anna Seghers, y reanudó el que tenía con Ernest Hemingway, a quien había conocido en Cuba.
[9] De vuelta a su patria, acompañado por León Felipe, su situación no fue fácil, entre otras razones porque «el Partido Comunista se hallaba en plena ilegalidad» y por la inestabilidad económica y política del país.
En marzo de 1944, Guillén fundó con José Antonio Portuondo, Mirta Aguirre y Ángel Augier la revista cultural Gaceta del Caribe, la cual, a pesar de su indudable estatura literaria y cultural, apenas alcanzaría a sobrevivir hasta los dos últimos meses del año.
[8] En 1951, publicó su Elegía a Jesús Menéndez, en homenaje al dirigente obrero cubano, con quien había mantenido amistad y colaboración.
Ese año, Guillén participó en el Consejo Mundial por la Paz, en Praga y en Viena.
En Cuba escribió sus Coplas de Juan Descalzo y publicó su Elegía cubana.
La situación política de Cuba lo había convertido en un exiliado que en su patria habría sido condenado a prisión por la dictadura.
El segundo se atiene al profundo carácter sociopolíticamente comprometido de su obra.
[11] La crítica a la obra guilleniana en el período de 1930 hasta 1958 estuvo marcada por análisis de distinta índole que iban relacionándose con los diversos caminos que tomaban las producciones poéticas del escritor.
Los temas que desarrolla la crítica de este periodo son casi los mismos del siglo pasado, pero con perspectivas teóricas como la lingüística y los estudios culturales.
[12] Algunos de los críticos antillanos que se ocupan de la obra del autor son Nancy Morejón, Keith Ellis y Alfred Melón, por otro lado, en Norteamérica, cabe mencionar a Marta Cobb, Lorna Williams y Vera Kutzinsky.