Las mismas fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la orden, pero no lograron aplacar a los espirituales.[5] Tras escribir su obra, titulada La leyenda mayor, mandó a quemar el resto de biografías que habían sido escritas antes.Buenaventura gobernó la orden de san Francisco durante diecisiete años y, por esto, a veces se le llama el segundo fundador.Cuando llegaron los delegados griegos, encabezados por el patriarca de Constantinopla Juan XI Beco, inició las conversaciones con ellos y la unión con Roma se llevó a cabo.Ello le impidió ver a Constantinopla rechazar la unión por la que tanto había trabajado.[6] La principal fuente doctrinal de Buenaventura es la Biblia, que se encuentra en la base de toda su teología y que interpreta en un sentido principalmente literal, sin desaprovechar el tropológico, anagógico y alegórico.Su doctrina consiste en una síntesis entre el aristotelismo que aprendió en la Facultad de Artes, con elementos neoplatónicos y agustinianos.[6] Buenaventura sostiene que la mente debe ser continuamente purificada, iluminada y unida con Dios.Primero, contemplar el mundo exterior, las criaturas corporales, como sombras y vestigios de Dios.Segundo, contemplar el mundo interior inferior, las criaturas espirituales, como imágenes y semejanzas de Dios.La gracia santificante es un don sobrenatural infuso, atribuido al Espíritu Santo, que informa la sustancia de la mente principalmente según el entendimiento y la voluntad.[11] Las ciencias filosóficas se dividen en teóricas y prácticas, según su causa final sea conocer o actuar, respectivamente.La teología tiene por objeto todas aquellas realidades y pensamientos acerca de los que se pueda tener fe religiosa.Con respecto a la cuarta objeción, otros, como Averroes, afirmaban que todas las personas compartían una mente común.Tomás de Aquino sostenía una posición más moderada y argumentaba que las mentes eran individuales, porque, aunque podían prescindir accidentalmente del cuerpo, su unión con este les correspondía sustancialmente.También insiste en que el intelecto paciente siempre permanece como recipiente de las especies inteligibles, sean aprehendidas o abstraídas.[11] Buenaventura sostiene que Dios creó al mundo como causa eficiente, ejemplar y final.Segundo que, si el mundo fuera eterno, habría una sucesión infinita de causas eficientes.Tercero que, si el mundo fuera eterno, los entes puramente espirituales, como los ángeles, conocerían infinitas cosas singulares.Cuarto, si el mundo fuera eterno, habría una cantidad infinita de mentes.Primero, que el infinito temporal no sería actual, sino potencial, porque, tomado un día cualquiera en el pasado, no habría transcurrido una cantidad infinita e insuperable de días, sino una cantidad finita, susceptible a la adición y a la que se puede superar.Esto, sin embargo, no tiene que ser entendido como si la materia prima realmente existiera en el tiempo.Tanto las formas como la materia prima son principios inextensos, pero de ellos tiene que llegarse a la extensión.La materia tiene estructuras latentes que simplemente aguardan las circunstancias y condiciones correctas para emerger.[14] Ahora bien, si las criaturas son instancias parciales de la verdad, para Buenaventura, tienen que tener la verdad por participación.El artesano tiene en su mente las características de una casa y se las participa a la pintura mediante sus técnicas.Sin embargo, las razones eternas de Dios también influyen en el intelecto y la voluntad como coprincipios que son cointuidos por la mente.Todos los objetos de aprehensión simple se resuelven en el concepto del ser.[11] Buenaventura sigue a Anselmo y sostiene el intelecto nunca es deficiente en saber acerca de Dios si este en definitiva es, así que nadie puede ignorar la existencia de Dios ni tampoco negarla.Primero, como causa ejemplar; segundo, como redentor, porque ha muerto por los pecados de las criaturas; y, tercero, como santificador, porque envía al Espíritu Santo.
Los santos Buenaventura y Antonio
,
óleo sobre tabla
del
Moretto
que se conserva en el
Museo del Louvre
. Esta obra formó parte en su origen del
Políptico de la Asunción
(
Polittico dell'Assunta
), hoy desmembrado, y representa a Buenaventura y
Antonio de Padua
como dos figuras señeras de la espiritualidad franciscana.