Muy pequeño quedó huérfano de padre y la viuda tuvo que recurrir a la mendicidad para sobrevivir.
Luis creció pues en la Alhambra, hogar de los Mendoza, y estudió humanidades.
De esta época cordobesa data su profunda amistad con san Juan de Ávila, del que en reiteradas ocasiones se declara discípulo y amigo.
Se imprime en Salamanca en 1554, pero esto le supone el principio de sus tropiezos con la Inquisición, y en concreto con el Inquisidor General Fernando de Valdés (1483-1568), alentado por fray Melchor Cano (1509-1560), teólogo dominico y consultor inquisitorial, al que molestaba que Luis de Granada estuviera convencido de la vocación universal a la santidad, pues pretendía "hacer contemplativos e perfectos a todos, y enseñar al pueblo en castellano", así como "en haber prometido camino de perfección común e general a todos los estados, sin voto de castidad, pobreza e obediencia", principios que suenan claramente erasmistas.
La edición fue revisada y enmendada por fray Luis a pedido del editor Juan Blavio, quien sin embargo la publicó a nombre del santo franciscano, aumentando la confusión.
En 1565 publicó los dos volúmenes del Memorial de la vida cristiana, en el que expone el camino para responder al llamado a la santidad; en 1566 reedita con correcciones y algunas supresiones el Libro de la oración y meditación, que queda fundamentalmente igual, y al año siguiente hace lo propio con la Guía de pecadores, pero esta vez sí totalmente rehecha.
Así siguen otros diversos trabajos, incluida su famosa Introducción al Símbolo de la Fe, de 1583, y el Sermón en el que se da aviso que en las caídas públicas..., que vio luz en el mismo año de su muerte.