Durante su preparación, Hurault incluyó en la versión sus propias homilías y cuestiones suscitadas en la congregación donde trabajaba.
En cuanto al orden de los libros del Antiguo Testamento, la Biblia latinoamericana adoptó el de la Biblia hebrea: Torah, Nevi'im (Profetas) y Ketuvim (Escritos).
Fue publicada por las editoriales españolas San Pablo y Verbo Divino.
[4] La CEA consideró que el texto y traducción de la Biblia latinoamericana «es sustancialmente fiel, a pesar de algunas objeciones que podrían hacérsele».
[4] En cambio la CEA veía que varias de las notas e introducciones eran «ambiguas, no estaban exentas de peligros y, algunas, referidas especialmente a la Iglesia, por su carácter desorientador, son ciertamente inaceptables».
[4] El suplemento que debía acompañar a la Biblia latinoamericana se publicó en 1978.
Sin embargo hay católicos que todavía ven con recelo a la Biblia latinoamericana y no recomiendan su lectura.