[1] Es atribuido al profeta Habacuc, y fue compuesto probablemente a finales del siglo VII a. C. De los tres capítulos del libro, los dos primeros son un diálogo entre Yahweh y el profeta.
[1] Se cree generalmente que el profeta Habacuc escribió su libro entre mediados y finales del siglo VII a. C., no mucho tiempo antes del asedio de los babilonios y la captura de Jerusalén.
Habacuc se identifica a sí mismo como un profeta en el primer versículo.
Los profetas del templo son descritos en 1 Crónicas 25:1 como usando las liras, arpas y címbalos.
[4][5] Aunque su nombre no aparece en ninguna otra parte de la Biblia judía, la tradición rabínica sostiene que Habacuc era el hijo de la mujer sunamita, que fue devuelto a la vida por Eliseo en 2 Reyes 4:16.
No se sabe cuándo Habacuc vivió y predicó, pero la referencia al ascenso y el avance de los caldeos en Habacuc 1:6-11 lo ubica entre mediados y finales del siglo VII a. C.[6][7] Un período posible podría ser durante el reinado de Joacim, entre los años 609–598 a. C. El fundamento de esta fecha es que durante su reinado los babilonios estaban creciendo en poder.
Habacuc es el único entre los profetas que cuestiona abiertamente la sabiduría de Dios.
En la primera parte del primer capítulo, el profeta ve la injusticia entre su pueblo y le pregunta a Dios por qué no toma medidas.
En la parte central del capítulo 1, Dios explica que enviará los caldeos para castigar a su pueblo.
Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas, Habacuc 1:5-6).
Dios explica que Él también juzgará a los caldeos, y mucho más duramente.
[16] El apóstol Pablo cita este verso dos veces en sus epístolas: en Romanos 1:17 y nuevamente en Gálatas 3:11.
Though vine nor fig-tree neither, Their wonted fruit shall bear, Though all the field should wither, Nor flocks nor herds be there; Yet God the same abiding, His praise shall tune my voice, For, while in Him confiding, I cannot but rejoice.