[2] Los cadetes alzados en armas tras un desplante hecho por los mercenarios del Movimiento de Liberación Nacional en el que les arrebataron la bandera nacional al momento de recibir a Castillo Armas en el aeropuerto La Aurora, aprovecharon el descanso de los «liberacionistas» y amparados por la oscuridad atacaron a los soldados mercenarios y lograron reducirlos no sin antes tener que vencer la poca pero tenaz resistencia que los pocos que estaban armados opusieron.
Acto seguido les hicieron marchar con las manos en alto y haciéndoles abordar un tren, les remitieron de regreso hacia el Oriente del país, rumbo a Zacapa; de esta forma demostraron lo débil del «ejército de liberación» y pusieron en evidencia la pasividad del Ejército durante la invasión.
Posteriormente se abrió nuevamente el plantel de estudios militares, bajo la dirección del coronel Carlos Arana Osorio, en 1955.
[6] Parte de la estrategia emprendida por el ejército se llamó «acción cívica» y consistía en acercarse a la población y ganarse su respeto para evitar que respaldaran a la insurgencia, específicamente al Ejército Guerrillero de los Pobres, que actuaba en dicha región.
[2] Cuando llegó a la jefatura del Estado Mayor la guerrilla tenía mucha fuerza y controlaba incluso las rutas hacia Antigua Guatemala y Chimaltenango, por lo que colocó un mando central en La Alameda, Chimaltenango y desde allí dirigió una gran ofensiva con la que desbarató los planes de la guerrilla de tomar el país en diciembre de 1981.
No se produjeron enfrentamientos armados en la capital, aunque en el interior del país sí hubo algunos choques de menor importancia.
Romeo Lucas García, por su parte, estaba listo para resistirlo y lo hubiera podido haber aplastado fácilmente con las tropas de que disponía en el Palacio Nacional, pero su Jefe del Estado Mayor y amigo personal, coronel Montalbán Batres ―quien también era el jefe de la Administración Pública y quien realmente dirigía la administración del Estado en ese tiempo― le informó que los complotadores tenían como rehenes a la anciana madre del presidente de 90 años de edad, y a su hermana de 60 años, y que estas se encontraban en el pasadizo subterráneo que une al Palacio Nacional con la Casa Presidencial.
[11] Tras rendirse, Romeo Lucas García fue conducido bajo escolta militar al aeropuerto, para ser expulsado del país; apenas media hora antes se había terminado el plazo dado por los sublevados para que el presidente Lucas se entregara pacíficamente, y las tropas habían tomado posiciones para un posible asalto al palacio, situado en el centro de la ciudad.
La Junta, anunció, elaborará un «plan de trabajo que será presentado al pueblo lo antes posible».
En un llamamiento difundido a través de la radio y la televisión, los golpistas pidieron «comprensión internacional», y afirmaron que los militares que gobernaban a Guatemala hasta el 23 de marzo de 1982 habían propiciado una imagen del país en el extranjero que no correspondía a las verdaderas características del pueblo.
[13] Sin embargo, Benedicto Lucas se mantuvo en el plano político inclusive durante la transición a la democracia.
A esta condena se suma otra por 25 años, inconmutables, por el secuestro y desaparición forzada del niño Marco Antonio Molina Theissen.
Esta sentencia representa un avance para la justicia transicional en Guatemala, pues es la primera vez que se sanciona a altos cargos militares.