[4] Corrían tiempos revueltos en Italia: a la guerra de 1521-1526, que había terminado con la derrota de los franceses en Pavía, la prisión del rey Francisco I a manos del emperador Carlos V y el Tratado de Madrid, siguió casi inmediatamente la formación de la Liga de Cognac, en la que Francia, Inglaterra, los Estados Pontificios, Venecia, Milán y Florencia se aliaron para contrarrestar el enorme poder adquirido por España y el Sacro Imperio Romano Germánico.
Con la doble intención de prevenir el peligro de las incursiones de los turcos en Ancona y al mismo tiempo sustraerla al dominio veneciano, el papa había mandado fortificar la ciudad y había metido sus tropas en ella, planeando poner al frente del gobierno a su primo Ippolito de Medici, pero Accolti, haciendo uso de sus facultades como legado y pretendiéndola para su familia, se dedicó a desbaratar los planes pontificios en este sentido.
Mientras Ancona estuvo fuera de su jurisdicción, Accolti maniobró secretamente informando a los anconitanos de los planes del papa, pero cuando consiguió que la ciudad quedara bajo su legación, traicionó a éstos permitiendo la ocupación militar, en un episodio en el que fueron ejecutados cinco ciudadanos de los más principales.
[5] Retirado de toda actividad episcopal, residió sucesivamente en Rávena, Ferrara y Venecia, y tras un breve regreso a Roma, se estableció definitivamente en Florencia, donde ofició como representante del emperador en sus tratos con el duque Cosme I de Médici.
De su relación con una mujer desconocida tuvo tres o cuatro hijos: Fabrizio, Marcello e Ippolito, que llegaron a ocupar puestos de relevancia en la sociedad florentina,[1] y Benedetto, que fue ejecutado en 1564 por haber conspirado contra la vida de Pío IV.