El azul maya es un pigmento histórico, elaborado y utilizado principalmente por culturas mesoamericanas durante un periodo que se extiende desde aproximadamente el siglo VIII hasta aproximadamente los años 1860 de nuestra era.
[2][3][4] El azul maya destaca entre los pigmentos históricos conocidos debido a sus excelentes propiedades: no solo posee un color intenso, sino que es resistente a la luz, a la biocorrosión y al calor moderado, no se decolora ante el ácido nítrico concentrado, los álcalis ni los solventes orgánicos, y los murales ejecutados con él han tolerado bien la humedad durante cientos de años.
[2] Entre los últimos testimonios que se tienen del empleo del azul maya histórico están las pinturas que realizó en 1562 el indígena Juan Gerson en el convento de Tecamachalco (Puebla), donde usó este pigmento; también se sabe que poco después, en 1571 o 1576, el médico y naturalista español Francisco Hernández de Toledo obtuvo la receta para prepararlo.
[3][7] Finalmente, sin embargo, la técnica de la preparación del azul maya se perdió.
Al año siguiente, R. Kleber, L. Masschelein-Kleiner y J. Thissen se basaron en estas experiencias para determinar las proporciones óptimas de cada ingrediente.
Sin embargo, las evidencias del valor o función simbólica que pudo haber tenido el azul maya en su contexto originario son escasas.
Recordando que en 1969 Cabrera Garrido había sugerido que el azul maya podía haberse creado en circunstancias similares, el equipo analizó el cuenco y su contenido, concluyendo que se trataba de un recipiente donde se había comenzado a preparar azul maya quemando o calentando copal junto con índigo y palygorskita, proceso que había quedado interrumpido al arrojarse el cuenco al cenote, posiblemente durante una ceremonia religiosa.
Las fuentes históricas y arqueológicas indican también que solían arrojarse al cenote recipientes con copal, y que los recipientes podían estar pintados de azul, tal vez azul maya.
Los mayas que viven en Ticul y en Sacalum conocen a la palygorskita como sak lu’um (en maya yucateco, ‘tierra blanca’) y le dan usos medicinales, lo mismo que al índigo autóctono.