Para poder entenderse con los nativos, los españoles recurrieron en un primer momento a intérpretes que llamaron lenguas.
La diversidad lingüística mesoamericana motivó la adopción del náhuatl como lengua general, de modo que muchos pueblos aprendieron este idioma para simplificar la comunicación.
El reconocimiento por parte de la Corona española del náhuatl como lengua general favoreció su difusión por un territorio considerable, que abarcaba Nueva España desde Sinaloa hasta Costa Rica.
Otros han desaparecido del habla cotidiana, pero se conservan en el refranero popular.
Sin embargo, la toponimia náhuatl se encuentra presente desde Sinaloa hasta Guanacaste (Costa Rica).
Los primeros estudios sistemáticos sobre el tema se realizaron en el siglo XIX, y es ejemplar en ese sentido la obra de Cecilio Robelo.
Robelo puso además especial importancia en el repertorio de refranes populares en los que aparecen las voces indígenas.