[3] Anteriormente se les denominaba aguarunas, este nombre proviene del quechua y quiere decir gente salvaje, de awka (enemigo, salvaje) y runa (persona), nombre que en épocas pasadas también solía ser utilizado para denominar tribus vecinas tales como el pueblo Yagua.
Siendo por tradición migrantes, un gran contingente awajún se asentó en lo que hoy es el valle del Alto Junio, en el departamento de San Martín.
Sus ceremoniales místicos con toé y ayahuasca les permiten coloridas visiones de la selva, pues guardan un respeto sagrado a la Madre Naturaleza.
El pueblo awajún mantiene un velo de hermetismo sobre estas ceremonias, aunque en otras partes, como en el Perú, son más accesibles e, incluso, recrean actuaciones turísticas.
Desconociéndose casi todos sus ritos y costumbres, sí se hizo célebre en el mundo la práctica de "reducir cabezas".
Efectivamente, este procedimiento, llamado tzantza, hacía que se momificase y conservara las cabezas de los enemigos como talismanes guerreros.