Las órdenes mendicantes surgieron en la Edad Media, hacia el siglo XIII, buscando dar un giro a la vida religiosa tradicional monástica que hasta entonces imperaba en la Iglesia católica, basada en la contemplación y en el estudio.
A él se unieron once hombres más que quisieron imitar su vida.
Juntos peregrinaron entonces hacia Roma, donde presentaron su Regla de vida[1] y solicitaron del Papa su aprobación.
Esta orden conoció en 1256 una nueva gran unificación bajo el papa Alejandro IV, la definitiva, hasta hoy.
Nació así la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, cuyos frailes son conocidos como carmelitas.
Es un error habitual vincular a la rama masculina -o primera orden- con la vida activa y a la rama femenina -o segunda orden- con la vida contemplativa: ambas buscan un equilibrio entre la contemplación y la predicación.
Los votos que todos los frailes y sorelas profesan son: Con el voto de castidad o continencia por el Reino de los Cielos, el fraile busca imitar a Cristo casto tanto en acto como en espíritu, renunciando libre y voluntariamente a la posibilidad de contraer matrimonio y tener descendencia, aspirando así a otro bien.