A los espectadores se les ofrecía también música y la explicación del evento representado mediante un narrador.
En ocasiones se combinaban con dioramas, lo que les dotaba de mayor realismo.
Para alojarlos se construyeron salas circulares o poligonales en muchas ciudades europeas y americanas.
[9] En 1899 se estrenó con gran éxito en Broadway una dramatización de la novela Ben-Hur,[10] cuya escena más espectacular incluía el uso de caballos y carros reales en una carrera simulada sobre una cinta deslizante que se desplazaba bajo un decorado móvil montado sobre un ciclorama.
[11] Las películas posteriores se esforzaron en superar el impacto visual de esa reconstrucción.