Creó la Organización Sionista y promovió el retorno e inmigración de la diáspora judía hacia Palestina, entonces bajo dominio del Imperio otomano, en un esfuerzo por formar allí un Estado judío.
[4] Si bien Herzl es mencionado específicamente en la Declaración de Independencia de Israel y se lo conoce oficialmente como «el padre espiritual del Estado judío»;[5] es decir, el visionario que dio una plataforma y marco concretos y practicables al sionismo político, no fue el primer teórico o activista sionista: estudiosos, muchos de ellos religiosos como los rabinos Yehuda Bibas, Zvi Hirsch Kalischer y Yehuda Hay Alkalai, promovieron una gama de ideas proto-sionistas antes que él.
Durante su juventud frecuentó una asociación llamada Burschenschaft, que aspiraba a la unificación alemana, bajo el lema "Ehre, Freiheit, Vaterland" (Honor, Libertad, Patria) y sus primeros trabajos no se focalizaron en la vida judía.
Al principio mantuvo tesis asimilacionistas, pero el Caso Dreyfus en 1894 —un notorio proceso antisemita ocurrido en Francia, en el que un capitán judío del ejército francés, Alfred Dreyfus, fue injustamente acusado de traición, inculpado de espiar para Alemania— le supuso un punto de inflexión del asimilacionismo hacia el nacionalismo ya que, en sus propias palabras, asistir al proceso Dreyfus y a la agitación antisemita que se generó en torno a ese caso fue lo que le convirtió definitivamente en sionista.
La profunda atmósfera antisemita condujo a Herzl hacia un nuevo horizonte conceptual: comenzó a rechazar sus primeras ideas sobre la emancipación judía y la asimilación para creer que el pueblo judío debía retirarse de Europa y crear su propio Estado.
Herzl completó su escrito y comenzó a desplegar una intensa actividad diplomática con objeto de ganar apoyo para la causa sionista en el plano internacional.
A los seis meses de ese mandato, fue aprobado en toda la comunidad judía sionista, y Herzl viajó constantemente para llamar la atención sobre su causa.
Allí fue elegido presidente (cargo que ocupó hasta su muerte en 1904), y en 1898 comenzó una serie de iniciativas diplomáticas destinadas a conseguir apoyo para un país judío.
En 1902 publicó su obra Altneuland (La Vieja Nueva Tierra) donde presentaría al futuro Estado judío como una utopía de nación moderna, democrática y próspera.
Su voluntad estipulaba que debía tener un entierro simple, sin discursos o flores y añadió: Quiero ser enterrado en el panteón junto a mi padre, y descansar allí hasta que el Pueblo Judío me conduzca a Eretz Israel.
En 1949 sus restos fueron trasladados desde el cementerio de Döbling en Viena al Monte Herzl en Jerusalén.