[cita requerida] Una de las leyendas más difundidas (surgida en Estados Unidos en la década de 1930) sugiere que fueron llevados a Italia desde China por Marco Polo, quien habría conocido los «ravioli chinos» llamados jiaozi o —en todo caso— las preparaciones llamadas wontón.[1] El célebre Giovanni Boccaccio usa la palabra al decir burlonamente en el Decamerón: «... nessuna altra cosa facevano che far maccheroni e raviuoli (sic)» (‘...ninguna otra cosa hacían que hacer macarrones y ravioli’).Era común, durante el siglo XX, cuando una familia edificaba por su propia cuenta su vivienda ofrecía como contraprestación ravioladas (ravioles caseros, servidos con tuco y abundante queso rallado) a los amigos y vecinos que les ayudaban.[cita requerida].En la región histórica del Delfinado se producen desde el siglo XIII unos ravioli en miniatura llamados “ravioles du Dauphiné”; los cuales están rellenos con una mezcla de queso fresco, queso comté y perejil; se sirven como pasta o gratinado al horno.Pese a su nombre (‘plegados’), modernamente los ravioli se hacen de un modo más rápido extendiendo sobre la mesa una lámina cuadrangular de la mencionada pasta y disponiendo sobre la misma el relleno de un modo regular; luego se cubre todo con una lámina semejante a la inferior y se fracciona con un elemento cortante (muchas veces una ruedecilla dentada giratoria) en los cuadrados que resultarán en los ravioli individuales.En ambos casos, tal tipo de «clasificación culinaria» hace que los ravioli pasen a integrar un conjunto de platos en los cuales también están incluidos, bastante heterogéneamente, los dim sum chinos, los macha, las gyoza y takoyami japoneses, los kropkaka suecos, los maultasche alemanes, etcétera, aunque casi lo único común a tales preparaciones sea el hecho de la existencia del relleno en porciones discretas y la cocción en agua o al vapor.