Pronto se ligó a la opereta vienesa, creando grandes composiciones y siendo reconocido públicamente de manera importante.
Hay que destacar la composición realizada para The Searchers (Más corazón que odio o Centauros del desierto) (J. Ford, 1956), una de las diez mejores obras cinematográficas de todos los tiempos, donde la música se convierte en el aparato que pone de relieve las imágenes, es decir, descubre sin crear significados nuevos.
Esta presencia musical no sería del agrado de John Ford, puesto que él abogaba por una transparencia total en la que lo visual se convierta en el único conductor de la historia.
Ford prefería trabajar con Alfred Newman, pero no se puede negar la gran composición musical realizada por Max Steiner.
Se estableció en Hollywood hacia 1929, cuando empezó el cine sonoro y, consigo, la música en las películas.