Conrad se inspiró, hasta cierto punto, en su viaje al Congo, colonizado y devastado por el rey Leopoldo II de Bélgica.
Durante su travesía de seis meses, Conrad queda horrorizado por la brutalidad con la que los europeos actuaban en África.
Es indudable que su experiencia personal y el relato del protagonista guardan fuertes similitudes.
El relato se encuentra dividido en tres partes, que describen en primer lugar una aproximación de los hechos y el inicio del viaje de su protagonista, en segundo lugar el desarrollo del mismo y, finalmente, su conclusión.
Posteriormente fue editada de manera separada y traducida a numerosos idiomas.
Conrad utiliza constantemente la idea de envoltorios semánticos, historias que se desvelan como un juego de muñecas rusas pero invertidas, empujando las ideas hacia fuera y no hacia dentro.
[6] Es por ello que esta obra constituye también una reflexión sobre el arte de narrar un relato intenso en pocas páginas.
El objeto principal de la obra sería el efecto que produce en los europeos el contacto con un mundo completamente distinto del suyo, así como la duda acerca de la supuesta supremacía moral del Viejo Continente, por entonces dada por descontado.
[10] Sin embargo, y para zanjar este asunto, recordemos algunas de las motivaciones que el propio Conrad apuntó en uno de sus últimos libros : Es por ello por lo que debería considerarse esta obra no como una crítica política, sino como una condena a la doble moral europea de la época, así como una reflexión sobre la violencia y la locura.
Por su parte, Hannah Arendt se inspiró en este relato para elaborar su obra Los orígenes del totalitarismo (1951).
Incluso hay quienes han considerado esta obra como un augurio de los horrores del siglo XX.
[12] En esta adaptación destaca la notable interpretación que Marlon Brando hizo del señor Kurtz, así como las menos fidedignas que Martin Sheen y Dennis Hopper hicieron de Willard (Marlow) y del arlequín, respectivamente.
Otros directores también quisieron llevar a la gran pantalla la novela de Conrad.
Orson Welles, por ejemplo, la eligió para su primer proyecto, pero finalmente no lo llevó a cabo.