Este tipo de establecimiento rural surgió a lo largo del siglo XVII, cuando el ganado cimarrón comenzó a escasear por sobreexplotación y en cambio grandes cantidades del mismo se establecieron en puntos fijos.
Durante la época colonial española esta denominación se usó para establecer el lugar que servía de asentamiento —por ejemplo, campamento— para los conquistadores.
Los conquistadores y colonizadores las reputaron como premio o pago, y de allí proviene el término «pagos», que luego dará nombre a la región en la que se asientan las dichas mercedes de tierras.
Otro caso paradigmático, algo posterior, es la estancia Miraflores fundada por Francisco Hermógenes Ramos Mejía, aún más hacia el sur, en la laguna Kakel Huincul.
En el siglo XVII el vocablo estancia señalaba importantes extensiones de tierras concedidas en propiedad a un sujeto, una familia o una orden religiosa.
Esta modalidad tiene diversos programas y categorías, en algunos casos se ofrece, junto con el alojamiento, diversas actividades tradicionales: algunas deportivas como la práctica de polo, la pesca o la caza y otras de exhibición como una fiesta gaucha que incluye espectáculos folclóricos, carreras cuadreras, o doma.
Algunos de estos «frutos menores» eran guineos, plátanos, naranjas, aguacates, toronjas y algodón.
Además, la unidad agrícola conocida como estancia no procesaba tales frutos para la producción de jugos, néctares, mermeladas, harinas, etc. Una finca que producía cultivos y que además también los procesaba, con equipo de maquinaria industrial,[4] para la venta al por mayor y para la exportación no se le llamaba estancia, sino que se le denominaba «hacienda».