Wolfgang Streeck

[1]​ Streeck ha analizado lo que el presidente francés Emmanuel Macron «en sus momentos más exuberantes, denomina una refondation de Europa».

El crecimiento sigue siendo anémico, como los mercados de trabajo; una enorme liquidez sin precedentes ha sido incapaz relanzar la economía; y la desigualdad está alcanzado cada vez cotas más sorprendentes, mientras que el 1 % de los rentistas se ha apropiado del poco crecimiento que existe.

Bajo esta premisa Streeck, sugiere que nos acostumbremos a pensar en el final del capitalismo sin asumir la responsabilidad de contestar a la pregunta de qué proponer en su lugar.

Sin embargo, Streeck plantea que el capitalismo puede debilitarse por exceso de éxito.

[9]​ Para Streeck es esta la promesa que el capitalismo contemporáneo ya no puede cumplir: la de terminar su existencia histórica como un orden social que se auto reproduce, sostenible, previsible y legítimo.

[2]​ Aparentemente, existen muchas razones para que el capitalismo no haya llegado a su fin.

También existen numerosos ejemplos de Gobiernos que son reelegidos tras recortar el gasto social y privatizar los servicios públicos con el objetivo de aplicar una política monetaria ortodoxa beneficiosa para los propietarios del dinero.

En cuanto al deterioro medioambiental, se podría pensar que tiene lugar con lentitud en comparación con la duración de la vida humana individual.

Y los avances tecnológicos con los que se compra tiempo, como el fracking, no pueden ser descartados, y si la capacidad pacificadora del consumismo tiene límites, está claro que estamos lejos de alcanzarlos.

Así Streeck plantea ¿Podría ser que el capitalismo triunfante se haya convertido en su propio peor enemigo?

Define las mercancías ficticias como «un recurso al que las leyes de la oferta y la demanda se le aplican solo de manera parcial y difícilmente, si es que se le aplican; por lo tanto sólo puede ser tratado como una mercancía de una manera regulada cuidadosa y limitadamente, ya que una mercantilización total la destruiría o la haría inutilizable».

Streeck plantea que incluso, la expansión del mercado ha alcanzado ya un umbral crítico respecto a las tres mercancías ficticias de Polanyi, al haber sido erosionadas las salvaguardad institucionales que servían para protegerlas de la mercantilización total.

En las tres mercancías ficticias hay limitaciones que se centran en las exigencias cada vez más duras que el sistema de empleo impone al trabajo humano, que los sistemas de producción y consumo capitalista imponen sobre los recursos naturales finitos, y que el sistema financiero y bancario impone a la confianza de las personas en pirámides de dinero, crédito y deuda cada vez más complejas.

Por lo que se está produciendo una carrera entre el agotamiento de la naturaleza, por una parte, y la innovación tecnológica, por otra.

En cuanto a la mercantilización del trabajo humano, Streeck señala que puede haber alcanzado un punto crítico.

En síntesis, Streeck plantea en que el capitalismo como orden social sostenido por la promesa del progreso colectivo sin límite, está en una situación crítica.

Adicionalmente, cada vez más, el matrimonio entre la fuerza del capitalismo con la democracia vigente desde 1945 se está rompiendo.

El sistema capitalista está actualmente afectado, por lo menos, por cinco problemas que empeoran y de los que no existe una cura inmediata: descenso del crecimiento, oligarquía, liquidación de la esfera pública, corrupción y anarquía internacional.

Dicho en otras palabras, la crisis económica actual solo se puede entender en el marco de la transformación intrínsecamente conflictiva que se está produciendo en la formación social que él denomina: capitalismo democrático.

[16]​ No obstante, en la realidad es muy difícil pensar que se pueda apartar a las personas de sus derechos sociales y políticos no sometidos a la ley del mercado y al derecho de propiedad.

La política capitalista ha hecho todo lo posible por librarnos del oportunismo democrático corrupto para llevarnos a los mercados autorregulados, sin embargo, hasta ahora la resistencia democrática se mantiene, y con ella las distorsiones que origina continuamente en las economías de mercado.

En este sentido, el gobierno ya no era quien se endeudaba para financiar el acceso igualitario a una vivienda decente o a la educación, sino que ahora eran los ciudadanos individuales los que, con un régimen de crédito extremadamente generoso, podían o debían endeudarse corriendo sus propios riesgos.

La tolerancia hacia la inflación, la aceptación del endeudamiento público y la desregulación del crédito privado no fueron más que apaños provisionales para unos gobiernos enfrentados a un conflicto aparentemente inevitable entre los dos principios contradictorios de asignación bajo el capitalismo democrático: derechos sociales por un lado y productividad marginal, tal como la evalúa el mercado, por el otro.

Aunque funcionaron por un tiempo, comenzaron a desatar problemas dejando en evidencia que la reconciliación entre la estabilidad social y la economía en las democracias capitalistas es un proyecto utópico.

En ese contexto, la democracia corre tanto peligro como la economía en la actual crisis, si no más.

Por ejemplo, en países como Grecia e Irlanda, la democracia quedará borrada durante muchos años; a fin de comportarse «responsablemente», tal como preceptúan los mercados e instituciones internacionales, los gobiernos nacionales tendrán que imponer una austeridad estricta, desoyendo lo que puedan querer sus ciudadanos.

[18]​ Streeck concluye afirmando que las ciencias sociales pueden hacer muy poco, o quizá nada, para resolver las tensiones y contradicciones estructurales que subyacen bajo el desorden económico y social actual.

Para Habermas esta posición peca de nostálgica ya que los Estados de los años sesenta del siglo XX están superados por la realidad -globalización- que les ha hecho perder soberanía real frente a los mercados y considera que solo desde un marco institucional más amplio, Europa, se puede establecer una política fiscal, social y económica más equilibrada.