[7] En agosto, la ciudad era ya protagonista de vejaciones públicas, trabajos forzados, desapariciones y paseos.
[6] Los dos primeros hablaron sobre «el Imperio español y las esencias históricas de la raza».
[nota 6] Acto seguido, intervino el rector, cuyas frases difieren según los distintos testigos, cronistas e historiadores, ya que no se dispone de ningún registro grabado o escrito del mismo:[13] La algarabía cortó la alocución del orador.
[nota 8] La historiografía no consigue determinar si entonces el militar intervino y si fue ese el momento en que pronunció sus gritos de: Millán-Astray continuó con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: «¡España!»; «¡una!», respondieron los asistentes.
[14] Tras las afirmaciones necrófilas del fundador de la Legión, Unamuno habría continuado con su discurso —tampoco hay unanimidad en las palabras pronunciadas—, esta vez cargando directamente contra la réplica de Millán-Astray: Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote.
[6] El mismo día del incidente, el Ayuntamiento se reunió en sesión secreta y decidió retirarle al escritor el acta de concejal.
[22][nota 14] El proponente, el concejal Rubio Polo, motivó su expulsión: La popularidad del anciano profesor entre los salmantinos hizo someter el acuerdo a la decisión de la autoridad militar, sin recibir ratificación.
Por su parte, el historiador salmantino Severiano Delgado, bibliotecario de la Universidad de Salamanca, afirma que el discurso atribuido a Unamuno, que comienza con la frase «Ya sé que estáis esperando mis palabras» y termina con «Este es el templo del intelecto y yo soy su sumo sacerdote (...)», en realidad fue escrito por Luis Portillo Pérez y publicado en la revista británica Horizon[29] en 1941.