Como el resto de las actividades económicas, el transporte estaba controlado por el faraón, que delegaba su gestión en una eficaz administración cuyos funcionarios eran los escribas.
Las caravanas o barcos extranjeros debían pagar aranceles, El tráfico terrestre estaba organizado a base de caravanas que cruzaban Nubia paralelas al Nilo, y por recuas que unían los oasis con el río.
Así, Sesostris III construyó un canal paralelo a la Primera catarata para poder llegar por barco al país de Kush.
Lujosamente acabadas, eran utilizadas durante los festivales en honor de los distintos dioses, celebrados tanto en el río como en los lagos artificiales construidos en los templos.
A finales del IV milenio a. C. ya hubo enfrentamientos con flotas extranjeras, tal como muestran las imágenes pintadas en la tumba 100 de Hieracónpolis, en las que unas barcas blancas con la quilla egipcia (curvada) se enfrentan a otras negras de quilla vertical.
[8] Ambas líneas marítimas podían unirse: los barcos llegados del Mediterráneo subían por el brazo Tanítico hasta Bubastis y se desviaban por un canal hasta alcanzar el uadi Tumilat, que era navegable en épocas de grandes crecidas por naves de poco calado.
[2] Según una leyenda sobre Osiris, su féretro viajó por el brazo Tanítico hasta el mar, que lo llevó a Keben donde lo encontró Isis.
[9] Entre las expediciones conocidas figuran los 40 barcos enviados por Seneferu a Líbano y Siria, para comprar madera; En época de Ramsés II los pueblos del mar comenzaron a ser un peligro para la navegación, por lo que los barcos iban protegidos; según la descripción de Ramsés III, navegaban en flotillas protegidas por soldados:
A partir del Imperio Nuevo los faraones encargaron traer árboles vivos, para plantar en los jardines de palacios y templos.
Los beduinos del desierto árabe intentaron cortar esta ruta, competencia directa de sus caravanas, y parece que se interrumpió durante el reinado de Pepi II y durante la dominación hicsa.
Tomó un camino poco habitual: en lugar de viajar al este hasta llegar al mar Rojo, partió en dirección sureste, guiado por habitantes del desierto:[8] Realizado en el año 1464 a. C., este viaje a Punt se realizó bajo el mando de Nehesi, portador del sello real.
En Biblos, Unamón visitó al rey Zakar-Baal, este último se negó a que le entregasen la madera perdida, pidiendo que el sacerdote pagase para obtener noticias, una práctica contraria a la tradición.
[14][15] Ramsés II ordenó un viaje con un destino más lejano que Punt: Bactriana, de donde procedía el lapislázuli, inexistente en África.
[16] En general, los egipcios lo adquirían en Tefrer, una ciudad situada en el canal que unía el Tigris con el Éufrates.
Jonsu permaneció en el palacio real casi cuatro años, hasta que el rey lo devolvió junto con grandes regalos.