Sin embargo, en sus primeros años, por orden del Emperador, se dedicó a la ópera italiana, un espectáculo elitista.
En 1730, Vivaldi se mudó a Viena, donde residió hasta su muerte, por lo que el teatro vio, si no los estrenos, sí varias representaciones de Farnace, L'olimpiade y Catone in Utica.
Posteriormente, otros autores, como Ignaz Franz von Mosel, Moritz Graf Dietrichstein, Georg Friedrich Treitschke o Joseph Kupelwieser ejercieron cargos similares.
La dirección pasó a un comité artístico dirigido por el director del Burgtheater, Franz Ignaz von Holbein.
También se presentaron, cantadas en alemán, las óperas de Verdi (Macbeth, Rigoletto, Il trovatore o La Traviata).
Durante su mandato llegaron por primera vez a la Hofoper los dramas wagnerianos (Lohengrin en 1858 y Tannhäuser en 1859).