Durante la Primera Guerra Mundial dirigió el comité de la Cruz Roja y al igual que su hermana mayor, la gran duquesa Olga, atendió soldados heridos en un hospital militar de 1914 a 1917, hasta que fue detenida junto con su familia tras la Revolución rusa.
Por mucho tiempo se rumoreó falsamente que las hermanas habían sobrevivido a la ejecución y docenas de impostoras pretendieron ser las hijas del zar.
El escritor Michael Occleshaw especuló que una mujer llamada Larissa Tudor podría haber sido Tatiana; sin embargo, todos los Románov fueron asesinados por los bolcheviques.
Fue la segunda de los cinco hijos del zar Nicolás II y la zarina Alejandra.
Sus hermanos eran las grandes duquesas Olga, María, Anastasia y zarévich Alexei de Rusia.
[1][2][3] De todas sus hermanas, Tatiana era la que más se parecía a su madre.
[9] Según una anécdota, estaba tan acostumbrada a ser llamada solamente por su nombre y patronímico, que se desconcertó cuando la baronesa Sophie Buxhoeveden la llamó su «alteza imperial» mientras dirigía una junta del comité y le dio un puntapié por debajo de la mesa mientras expresaba en tono de protesta, «¿estás loca o por qué me hablas así?».
[5] Tatiana y su hermana mayor, Olga, eran conocidas en la casa como «la gran pareja».
A su padre le gustaba la idea de tener hijas llamadas Olga y Tatiana, como las hermanas en el famoso poema.
Eagar tuvo dificultades para convencer a Tatiana de que Olga se recuperaría.
[11] El tutor francés Pierre Gilliard escribió que las dos hermanas estaban «apasionadamente consagradas una a la otra».
Anna Vyrubova, amiga de la zarina, escribió que Tatiana tenía un gran talento para coser, bordar y tejer y que arreglaba el largo cabello de su madre como cualquier peluquera profesional.
[25] En la sociedad se rumoreaba que Rasputín había seducido no solo la zarina, sino también a sus cuatro hijas.
«Nuestro amigo está tan contento con nuestras chicas, dice que han tenido difíciles "trayectorias" para su edad y sus almas se han desarrollado mucho», le escribió Alejandra a Nicolás el 6 de diciembre de 1916.
También se llegó a rumorear que Rasputín fue castrado delante de Tatiana, según contó en sus memorias Maurice Paléologue, el embajador francés en Rusia.
[32] Tatiana guardó un cuaderno en que registraba frases de Rasputín: «El amor es luz y no tiene fin.
En el amor uno puede equivocarse y a través del sufrimiento expía sus errores.
Desde joven con su familia disfrutaba de las vacaciones en la playa y eso permitió que Tatiana se afecionara a ese ambiente.
Por eso en sus últimas cartas escribe cuánto extraña esos momentos felices con su familia y el mar.
Su padre le escribió más tarde a su madre, la emperatriz viuda María Fiódorovna Románova, el 10 de septiembre de 1911, que el evento había trastornado mucho a las niñas.
Tatiana sollozó y ambas tuvieron problemas para dormir esa noche.
Unos años más tarde, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Alexandra y sus dos hijas mayores, las grandes duquesas Olga y Tatiana, junto con su amiga Anna Vyrubova, se ofrecieron como enfermeras en formación, también conocidas como “Hermanas de la Misericordia” de 1914 a 1917.
En esos años Tatiana conoció el soldado Dimitri Malama de quién se enamoró!
Cuando Malama volvió a la lucha Tatiana seguía como enfermera pero ahora tendría un regalo del soldado: Un bulldog francés, Ortipo quien murió con su dueña en la casa Ipatiev.
Un pasaje de las memorias de Anna Vyrubova: “A medida que nos acostumbramos al trabajo, tanto la Emperatriz como Tatiana tienen una habilidad extraordinaria como enfermeras, y nos dieron un trabajo más importante.
Después de que se iniciara la Revolución rusa fue recluida con sus padres y hermanos en el palacio Alejandro, en Tsárskoye Seló.
La sorprendida Tatiana salió corriendo de la habitación, "pálida como la muerte", y su hermana menor, María, regañó a los guardias por su mal lenguaje.
Más tarde, cuando un nuevo comandante fue puesto a cargo de la Casa Ipatiev, se prohibió a la familia confraternizar con los guardias y las reglas de su confinamiento se hicieron más estrictas.
La familia, que ignoraba el plan para matarlos, estaba molesta e inquieta por la ausencia de Sednev.
Yurovsky la apaciguó diciéndole que el niño regresaría pronto, pero la familia no estaba convencida.