Durante la noche llegaron los representantes en misión Pierre Bourbotte (1763-1795), René-Pierre Choudieu (1761-1838), Joseph-Pierre-Marie Fayau (1766-1799) y Antoine Dubois de Bellegarde (1738-1825).
Ya acompañaban al ejército los representantes Antoine Merlin de Thionville (1762-1833), Jean-Baptiste Carrier (1756-1794) y Louis Turreau (1761-1797).
Charles de Bonchamps (1760-1793) propuso cruzar el Loira con su división y buscar refuerzos en Bretaña.
Maurice d'Elbée (1752-1794), Henri de La Rochejaquelein (1772-1794) y Jean-Nicolas Stofflet (1753-1796) se negaron a abandonar la Vandea.
Finalmente se decidió presentar batalla en Cholet y el ejército debió regresar a la ciudad.
[8] Según el testimonio del oficial Boutiller de Saint-André la tropa parecía resignada, marchando al martirio más que a la victoria.
[10] Los vandeanos atacaron en masa, como tropas regulares, en tres líneas en formación cerrada, muy al contrario de sus tácticas habituales.
En cuanto los refuerzos vieron al ejército vandeano, rompieron filas y huyeron, causando gran confusión entre los republicanos.
Pronto la derrota se convirtió en un caos y los soldados rebeldes escaparon con la esperanza de cruzar el Loira.
Sin embargo, cuando finalmente entró, encontró la ciudad desierta, sólo había cuatrocientos heridos enemigos que no pudieron ser evacuados.
Westermann ordenó su matanza en represalia por su pasada derrota en Clisson (22 de septiembre),[15] en la que cuatrocientos heridos republicanos, carreteros y médicos fueron asesinados cuando estaban indefensos.
Posteriormente, los propios soldados vandeanos en retirada, al conocer que los prisioneros estaban encerrados en la iglesia y la abadía de Saint-Florent, rodearon ambos edificios con sus cañones y se prepararon para vengarse de los republicanos masacrando a los prisioneros.
[10] Bonchamps era muy querido por la tropa vandeana, por ello su última voluntad fue obedecida sin contratiempos y los presos fueron liberados.
Horas antes Charles de Bonchamps había muerto en Meilleraie y su cuerpo fue enterrado en Varades.
El propio Napoleón Bonaparte (1769-1821) reconoció que si sus ingenieros eran hombres cualificados, los vandeanos demostraron en la evacuación ser silfos.
Para Thionville los vandeanos no eran más que bandidos, era impensable tratarlos mejor por tal acto.