Sin embargo, este proceso se vería frenado, e incluso revertido paulatinamente, con la formación de las lenguas iberorromances que posiblemente tuvieron diversos focos iniciales en su génesis.
[14] A principios del siglo XX se ha vinculado con el aragonés, llamando a ambos el idioma navarroaragonés, aunque con una clara imprecisión ya que faltaban estudios comparativos serios y equilibrados, habiendo una abundante bibliografía sobre «los textos antiguos y hablas modernas de Aragón» que no tenía apenas contrapartida «con sus congéneres de Navarra».
[22] En 1993 se presenta la tesis doctoral Carmela Pérez-Salazar Resano publicó su tesis en 1995 sobre El romance navarro en documentos reales del siglo XIV (1322-1349),[23] un estudio lingüístico de una colección documental diplomática, con unos 300 documentos reales escritos en latín, en romance navarro y francés antiguo, para demostrar «que el desarrollo de este romance hacia las soluciones castellanas se debió más a evolución propia que a castellanización.»[24] En 1995, en la misma línea, Cristina Tabernero Sala presentó su investigación sobre La configuración del vocabulario en el romance navarro: estudio sobre documentos reales de los siglos XIII y XIV,[25] donde «la autora defiende la identidad léxica propia del romance navarro durante la Edad Media, a la vez que profundiza en las relaciones léxicas de este romance con el aragonés, el francés y el occitano.»[24] Por último, un año después (1996), Manuel Alvar publicó su Manual de dialectología hispánica: El español de España[26] donde «por primera vez en un manual de dialectología tiene entrada el navarro.»[27] Fue escrito por Fernando González Ollé, que procede a justificar «la precaria atención merecida» que «suele situarse bajo navarroaragonés o navarro-aragonés» aunque sin merecer atención propia alguna mientras, por el contrario, existen «otros casos de individualización dialectológica» derivadas «de la existencia de divisiones políticas medievales o por su continuación como regiones tradicionales o administrativas».
Con la llegada al trono de Navarra de las primeras dinastías francesas parece convertirse el idioma en una cuestión "nacional" (frente a los extraños que comienzan a ser constantes en la corte navarra) promoviéndose un progresivo uso, en detrimento del latín, en la documentación oficial.
Con la denominación de Corónicas navarras[38] han sido editadas por Antonio Ubieto Arteta, para quien estos breves textos tuvieron vida independiente, anterior a su inclusión en la compilación legal.
[39]Al igual que ocurre con el área en la que antiguamente se hablaba aragonés y que experimentó un proceso de castellanización, el léxico y las hablas castellanas del centro, sur y este de Navarra han mantenido hasta fecha reciente o conservan hoy en día rasgos identificativos del romance navarro, como la aversión a las palabras esdrújulas.
Específicamente son achacables a la pervivencia de formas lingüísticas del navarro las siguientes: El demostrativo masculino singular es esti o aquesti en lugar de est(e) o aquest(e), coincidiendo con el aragonés hablado en Calatayud, Daroca, Teruel y Albarracín.